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Actualizado: 23 de mayo de 2025


No le llenó el ojo nada de esto á Tremontorio, pero, al cabo, era algo que ponía centinelas á la puerta de la mar; y como además le ponderaron mucho las ventajas sus compañeros de fatigas, y él tenía grandes deseos de conformarse, conformóse, aunque á regañadientes, y volvió á su lancha.

Y decía el obispo-madre: , señora Marquesa, no se haga usted cruces, Anita está resuelta a dar este gran ejemplo a la ciudad y al mundo.... Pero Quintanar... no lo consentirá... Ya ha consentido... a regañadientes, por supuesto. Ana le ha hecho comprender que se trataba de un voto sagrado, y que impedirle cumplir su promesa sería un acto de despotismo que ella no perdonaría jamás....

Entregóselo todo a don Simón, que, a regañadientes, tuvo que escribir lo que sigue, dictado muy recio por don Celso, no tanto para que lo oyera bien Cuarterola, cuanto para llenar una exigencia del candidato, que de este modo creía echar menor responsabilidad sobre su conciencia: «Señor don Pedro Gutiérrez. Madrid.

No fué, pues, en España, fué en los Estados Unidos, ó al menos en mucha parte de ellos, donde se vieron forzados á dar dicha libertad; donde tuvieron que tragarla á regañadientes, y donde al que la dió, al libertador glorioso, no faltó quien en premio le matase de un tiro.

Mis órdenes son cumplidas a regañadientes, y cuando quiero imponerme, hasta el último cura sale con lo que llama sus derechos, y me pone pleito, y acude a la Rota y a Roma si es preciso. Vamos a ver: ¿soy el amo o no lo soy? ¿Es que el pastor discute con sus ovejas y las consulta para guiarlas por el buen camino...? Me marean y aturden con sus pleitos y cuestiones.

Eran los pobladores de aquellas islas a modo de los ejércitos destacados largos años en una frontera, que acaban por crear ciudades y producir generaciones aparte. El Mar Tenebroso, violado por estos intrusos en su huraña soledad, iba librándoles a regañadientes, poco a poco, el secreto de sus lejanos horizontes inexplorados.

Todos vuelven a regañadientes a su tierra: llevan París en el corazón. La otra noche, el hijo mayor del doctor Zurita me consultaba sobre su porvenir. Apenas llegue a Buenos Aires, piensa exigir a «su viejo» que lo envíe a Europa... Quiere estudiar en París no sabe qué... pero en fin, quiere estudiar, sin aproximarse por esto al Barrio Latino, que encuentra poco chic y con mujeres ordinarias.

A esto llama él, sin duda, pertenecer al cuerpo diplomático y ser temible a los gobiernos. ¡Evidentemente! ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja! repitió a regañadientes don Simón, creyendo saber ya demasiado y poniéndose en pie.

Estamos en invierno, y ahora viaja poca gente. La gran temporada es en primavera, cuando, según dicen, entran los ingleses por Gibraltar. Van a la feria de Sevilla y vienen después a echar una vista a nuestra catedral. Además, la gente de Madrid sale con el buen tiempo, y aunque a regañadientes, afloja la mosca por ver los gigantones y la Campana Gorda. Da gusto entonces despachar papeletas.

«Chantecler» es el drama del esfuerzo humano en su lucha implacable por la vida; es el calvario del varón fuerte que, luego de vencer á su rival poderoso y de sobreponerse á las asechanzas de los cobardes que le envidian, encuentra á la faisana, la mujer emancipada, celosa del poder y de los ideales del macho ideales que no comprende y ante los cuales se siente postergada, y que sólo á regañadientes concluye por rendirle pleitesía.

Palabra del Dia

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