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Dorrego había empleado como instrumento de oposición esta resistencia exterior, y cuando su partido triunfó condecoró al aliado de extramuros con el dictado de Comandante general de la Campaña. ¿Qué lógica de hierro es ésta que hace escalón indispensable para un caudillo su elevación a comandante de campaña?

He leído, releído y meditado su carta de usted, mi buen señor cura, a fin de hacer entrar en el espíritu que la ha dictado y que quiero que sea mi regla de conducta: «No discutir jamás las cuestiones de fe...» ¡Cómo me agrada esto!

Entre las medidas rigurosas tomadas por él, para no ser descubiertos, habia dictado una ley, la cual mandaba que fueran enterrados vivos todos aquellos que, bajo cualquier pretesto, llegasen á ponerse en contacto con los habitantes de Aten; así es que pudieron vivir ignorados por tan largo tiempo, sin que nadie fuese tan imprudente y audaz para quebrantar una ley de esta naturaleza, y cuya infraccion traia en pos tan horribles consecuencias.

Por esto se haría mal en no apreciar lo que es muy bueno, sólo porque no llega al apogeo ó ideal de la perfección, en vista de que esto sólo lo hallamos, en realidad, en la vida de los entes privilegiados que han merecido el dictado de Santos, y ficticiamente, en las creaciones de los poetas, que hacen bien en presentarlo para enaltecer á la humanidad, pero que harían mal si lo presentasen para desprestigiar y deprimir á aquello que no se eleva á tanto.

Era por los años de 1000, antes de nuestra era vulgar, sobre poco más o menos. Vesci era una ciudad importante de la confederación de los túrdulos. En el tiempo a que nos referimos, los vescianos tenían ya la misma calidad que a sus descendientes del día les ha valido el dictado de bermejinos: casi todos eran rubios como unas candelas.

Quilito no tiene viejo que pague los platos rotos, y piensa que si pierde, no tendrá más recurso que el tirito prometido a la tía Silda. Las alternativas de la suerte les mantiene en una agitación penosa, y diariamente van a leer su sentencia en la pizarra; ningún curso de catedrático es seguido con más asiduidad que este de la Bolsa, dictado por el demonio del juego.

Nadie sabe dónde hubieran llegado los apóstrofes y acriminaciones del multador alguacil Molino, corchete ganzúa, según el buen dictado e intitulación del soldado, si una inesperada peripecia no le cortara el rápido vuelo de su elocuencia.

Verdad es que aquellos seres no tenían derecho al dictado de dioses; maldecidos por la iglesia, se transformaban en diablos, en demonios maléficos, ó tolerados por ella, se convertían en genios tutelares, dioses de contrabando, invocados únicamente á hurtadillas.

-Y ¡montas que no sabría yo autorizar el litado! -dijo Sancho. -Dictado has de decir, que no litado -dijo su amo. -Sea ansí -respondió Sancho Panza-. Digo que le sabría bien acomodar, porque, por vida mía, que un tiempo fui muñidor de una cofradía, y que me asentaba tan bien la ropa de muñidor, que decían todos que tenía presencia para poder ser prioste de la mesma cofradía.

También se había olvidado la fecha de sus primeras representaciones, y sólo de esta suerte podemos explicarnos, que se diese el dictado honorífico de Padre del teatro nacional español, aplicable, en rigor de derecho, á Torres Naharro, á otro poeta, cuya memoria estaba más reciente.