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Veinte siglos lleva de experiencia la moral cristiana y ha dado de todo lo que tiene dentro. Su fracaso es visible por todas partes. Desconoce la justicia en la tierra, dejándola para el cielo; pasa indiferente ante el derecho de los oprimidos, queriendo consolarlos con la esperanza de que en otra vida que nadie ha visto, encontrarán satisfacción á sus dolores.

La señá Eufrasia era la única que intentaba consolarlos con sus palabrotas enérgicas. Los demás, enardecidos y contentos por la proximidad de la tierra soñada, volvían la cabeza, huyendo de sus lamentaciones. Subido en un caramanchel, un hombre tocaba la gaita, saludando a Buenos Aires con el mugido melancólico del inflado pellejo. En el castillo de proa sonaba la flauta pastoril de los árabes.

LA GENERALA. ¡...! Además, para una mujer nunca resulta desagradable ver sufrir a los hombres. Y es más agradable todavía consolarlos. SITA. Siento dentro de algo como un apostolado... LA GENERALA. ¡Ya lo veremos en la curación...! Pero no en seguida; antes hay que seguir los cursos... SITA. Yo tengo ya algunas nociones de Medicina. LA GENERALA. Esto puede ser ya mucho, o puede ser poco.

En los viejos pueblos europeos se ha consagrado una copiosa literatura a la apología de estas distintas formas de belleza. Los poetas del Sur dicen que Dios concedió la mujer rubia a los pueblos del Norte para consolarlos de la ausencia del Sol. Los vates del Norte, por su parte, ven el infierno en los ojos negros de las mujeres del Sur.

Y sin aguardar más, con la venia de su madre, que ya tenía, bajó la escalera y se fué á la casa inmediata. La sobrina del Comendador tenía tan alegre carácter como su tío. Era, por naturaleza, tan optimista como él. Casi todo lo veía de color de rosa; pero, compasiva y buena, tomaba pesar por los males y disgustos de los otros, si bien procurando más consolarlos ó remediarlos que compartirlos.

Ayudaron no poco á la conversión de esta gente los indios Zibacas, cuyo cacique, dijo en alabanza de la ley cristiana, tales cosas, que sin duda le dictaba las palabras el Espíritu Santo, á quien tenía en el corazón, que el mismo P. Caballero quedó no poco maravillado; y no hacían nada menos sus vasallos, los cuales, no pudiendo detenerse más tiempo por causa de sus labores, se fueron con gran dolor á despedir del V. Padre, quien describiendo esta despedida, habla de esta manera: «Con cuántas lágrimas y suspiros se despidiesen, no puedo expresarlo bastantemente; no sabían apartarse de , y yo no sentía menos su partida; procuré consolarlos, diciendo que el año siguiente, queriendo Dios, volvería y les enseñaría más despacio su santa ley

Fuera de estas excelencias y sublimidades de nuestro ser, apenas hay otra calidad en el hombre que no tenga por medida el dinero. La ciencia especulativa y la poesía más elevada se sustraen sólo a dicha medida. Ni la ciencia especulativa, ni la poesía más elevada, están por lo común al alcance del vulgo. Al sabio y al poeta rara vez la fama puede consolarlos de ser pobres, si lo son.

Fuéronse todos tras él con las lágrimas en los ojos, y cogiéndole las manos no acababan de besárselas, y fué esto de suerte que movieron á compasión al cacique, á cuyos ruegos se partía tan presto; procuró el Padre consolarlos dándoles esperanzas de que cuanto antes pudiese volvería á visitarlos, y que si no fuese él, sería á lo menos otro de sus compañeros.

Y aun cuando fuera cierto que la discreta naturaleza hubiera dado así consejos á los legisladores, transformados bien pronto en opresores de la humanidad, ¡cuánto bien no ha hecho sobre ella en favor de los que sufren en la tierra, para darles energía, consolarlos en las horas de desgracia y fortalecerlos para la gran batalla de la vida!