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Bajó Tomás, y con los ojos bajos y sumisión grande se hincó de rodillas ante su padre, el cual le abrazó con grandísimo contento, a fuer del que tuvo el padre del Hijo Pródigo cuando le cobró de perdido. Ya, en esto, había venido un coche del Corregidor, para volver en él, pues la gran fiesta no permitía volver a caballo.

Antes que se hubiera alejado muchos pasos una piedra hirió á su potro y lo hizo botar, otra le hirió á él en la espalda y á entrambos lados cayó una nube de ellas. El capellán, encomendándose de todo corazón al Santo Cristo de Tanes, hincó las espuelas al caballo y logró ponerse en poco tiempo fuera de tiro. Los mineros, riendo de su hazaña, siguieron hasta Entralgo.

La esposa hincó más sus ojos en los del capellán e hizo dos o tres interrogaciones concretas, terminantes. Aquí del jesuitismo, mejor dicho, de la verdad cogida por donde no pincha ni corta. Me puede creer; ya ve que no había de tener gusto en decir una cosa por otra: no de quién es el chiquillo. Nadie lo sabe de cierto. Parece natural que sea del querido de la muchacha.

Y luego se hincó de rodillas y hizo una oración en voz baja al cielo, pidiendo a Dios le ayudase y le diese buen suceso en aquella, al parecer, peligrosa y nueva aventura, y en voz alta dijo luego: ¡Oh señora de mis acciones y movimientos, clarísima y sin par Dulcinea del Toboso!

Doña Rebeca husmeó en la capilla, procurándose auxilios piadosos para aquel trance, y volvió al cuarto de su hermano, donde, muy diligente, encendió la vela de la agonía. Antes había dicho a Carmencita que trataba de acercarse a don Manuel: Aquí sobran los chiquillos; vete allá fuera. La pobre criatura, desorientada y llena de temor, volvió a la sala, y de nuevo se hincó delante del sillón vacío.

Pronto quedaron instalados caballeros y escuderos en una de las lanchas y sus caballos en una barcaza prevenida al efecto. Apenas llegó el barón á tierra hincó la rodilla y elevó al cielo ferviente súplica. Después sacó de su pecho un pequeño parche negro y poniéndoselo sobre el ojo izquierdo lo ató firmemente, diciendo: ¡Por San Jorge y por mi dama!

El niño, apoyado ahora en la rodilla del antiguo soldado, jugaba con su espada, como de costumbre, tanteando los filos, curioseando las manchas de la hoja, o blandiéndola ante , con infantil arrogancia; pero al advertir la expresión pensativa del hombre, hincó el acero en el piso y, apoyando ambas manos en la gruesa empuñadura, se dispuso a escucharle. Medrano comenzó de mal gesto.

Otra, finalmente, despertaba sonidos profundos y solemnes, como los del cañón, para pedir oraciones a los hombres y clemencia al cielo por el pecador difunto. Stein se sentó en el primer escalón de las gradillas del púlpito sostenido por un águila de mármol negro. Fray Gabriel se hincó de rodillas en las gradas de mármol del altar mayor.

Volvió el excusador a cantar otra letra y tornaron las mujerucas a responderle con el mismo estribillo: y así por varias veces. Terminado el canto, bajó D. José del púlpito y se hincó de rodillas ante el altar de San Rafael para pedirle que le inspirase el sermón que tenía escrito y aprendido hacía más de quince días. Reinó grave silencio en la iglesia.

8 Y derramándose allí el ejército por la faz de toda la tierra, fueron más los que consumió el bosque de los del pueblo, que los que consumió el cuchillo aquel día. 10 Y viéndolo uno, avisó a Joab, diciendo: He aquí que he visto a Absalón colgado de un alcornoque. Y tomando tres dardos en su mano, los hincó en el corazón de Absalón, que aun estaba vivo en medio del alcornoque.