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Vivía allí disfrutando de un capital que había juntado en su larga carrera profesional, procurándose, con escrúpulos de monja, cuantos goces higiénicos, cuantos cuidados y regalos puede inventar una imaginación experta y dedicada exclusivamente a tan grata tarea; los razonamientos, o por mejor decir, la charla insustancial del oficial de marina, le ponía fuera de , le alteraba la bilis, era su única cruz en esta vida.

Ha tenido por consecuencia que extenderse á lo ancho y, rodeando piedras y arrastrando tierras vegetales, se ha dividido en numerosos hilos de agua, procurándose cada cual un curso favorable para llegar al punto de caída.

Afirmábase que Leticia fomentaba las intenciones del banquero, y que se hallaba dispuesta a barrerle el camino de ellas de cuantos obstáculos estuvieran al alcance de su escoba... Hay que advertir aquí que Leticia, la hermosa, fría e impenetrable Leticia, llevaba ya un año de casada con el general Ponce de Lerma, conde de Peñas Pardas, hombre más que cincuentón, y feo, diputado sempiterno, conspirador incansable de pasillos y antesalas contra todos los ministros de la Guerra, con la santa intención, jamás lograda, de llegar él a serlo una vez siquiera; amigo desleal de todos los Gobiernos; veterano de todas las cuarteladas de treinta años a aquella parte, para ganarse honradamente desde las charreteras de capitán hasta los dos entorchados que tenía; agiotista insaciable; asociado detrás de la cortina, durante la guerra, a otros especuladores que daban tocino podrido a las tropas de África, procurándose así inverosímiles ganancias que fueron ancha y sólida base de su enorme caudal, adquirido después en idénticas y tan honradas especulaciones; y, por último, de valor y capacidad «supuestos», porque jamás tuvo ocasión de acreditarlos en el campo de batalla, ni siquiera en los cuarteles; todo, incluso los ascensos, se lo fueron dando hecho y arregladito los suyos apenas salido él del escondite, en seguida de triunfar la cuartelada.

Doña Rebeca husmeó en la capilla, procurándose auxilios piadosos para aquel trance, y volvió al cuarto de su hermano, donde, muy diligente, encendió la vela de la agonía. Antes había dicho a Carmencita que trataba de acercarse a don Manuel: Aquí sobran los chiquillos; vete allá fuera. La pobre criatura, desorientada y llena de temor, volvió a la sala, y de nuevo se hincó delante del sillón vacío.