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Su estatura estaba entre los dos extremos, ni muy alto ni muy bajo, bien que si se tomaba en cuenta cierta curvatura de la espalda, que bien le embebía y menguaba dos pulgadas, más se alejaba de ésta que no de aquella medida: ciertas muletas que al lado tenía, mostraban no conservar sus piernas un paralelo bien exacto, y un parche que le obscurecía el siniestro ojo lo daría por tuerto, a no ser que lo encendido, bermejizo y fontanero del otro no lo pusiese casi casi en opinión de ciego, para todo el que tropezaba con tal figura.

Golpeó con el palillo el parche lentamente para dar una tétrica gravedad a su canto monótono, soñoliento y triste. «¡Cómo queréis, amigos, que cante, si tengo el corazón destrozado!...» Y a continuación un gorjeo estridente, un quejido interminable de ave moribunda, en medio del general silencio.

Paróse casi sin sentido debaxo de un plátano, y se encuentra con la linda dama de aquella mañana, que se andaba paseando con su amado tio, y que no se pudo tener de risa al ver á Memnon con su parche.

Después que hubo colocado los efectos sobre la mesa de noche y esparcido la pomada sobre las hilas con un cuchillo, la joven esposa dijo suavemente: Vamos. Gonzalo se incorporó, y desabrochando la camisa expuso al aire su pecho de hércules de circo, a cuyo costado derecho estaba adherida una cantárida. La joven se inclinó para levantar el parche.

El tamborilero, con su redondo instrumento acostado en una rodilla, golpeaba el parche cadenciosamente, mientras su compañero soplaba en la larga flauta de madera, adornada con tallas de primitiva rudeza hechas a cuchillo. El Capellanet repicaba las castañolas, enormes como las conchas que cogía en la playa el tío Ventolera.

Noto que desde su llegada á Burdeos anda con un parche en un ojo, lo mismo que hizo la víspera de Poitiers. Pues ese parche va á costar mucha sangre, os lo digo yo. ¿Cómo fué lo de Poitiers, sargento? preguntó un joven arquero. ¡Cuéntalo, Simón! exclamaron otros. ¡Á la salud de Simón Aluardo! dijeron muchos empinando el codo.

Además, es ese un teclado en que no se ve más que el exterior: nunca se sabe quién le toca: detrás del retablo y de esas figuritas de pasta de Gaiferos y los moros, debajo del parche de maese Pedro está Ginesillo de Pasamonte que los mueve: ¡ay! no tome usted la defensa de la infeliz Melisendra, no desbarate las figuras, que si la mona se escapa al tejado, si rompe la ilusión, si destroza las muñecas, las pagará caras.

Ni siquiera le acogieron con el gruñido de la otra noche. Cuando Pep, abriendo la puerta, les dio entrada en la cocina, Febrer vio que el Cantó llevaba el tamborcillo pendiente de un brazo y en la diestra la baqueta con que golpeaba el parche. Era noche de música. Unos atlots sonreían al ocupar sus puestos con expresión maligna, como regocijándose por adelantado de algo extraordinario.

Y decir esto, y arrojarse de sobre las muletas, y despejarse con la una mano este ojo enfermizo, y garfiarse con la otra, y arrojar aquel negro parche, y tirar por el caballete de la una muleta, y sacar una terrible espada, y tirar del otro palo, y repetir otro igual acero, fué cosa hecha antes que vista.

Y porque no le conociese, soltó de detrás de las orejas el cabello, que traía recogido, y quedó nazareno, entre ermitaño y caballero lanudo; plantóse un parche en un ojo y púsose a hablar italiano conmigo. Esto pudo hacer mientras el otro venía, que aún no le había visto, por estar ocupado en chismes con una vieja.