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María Teresa experimentó un singular alivio cuando apareció el joven, como si su presencia constituyera el soberano remedio. Desde el umbral de la puerta, Juan tuvo que responder a las interrogaciones febriles del señor Aubry. Oyéndolos hablar de negocios, la joven se retiró y bajó al salón para esperar a su prometido que debía llegar a comer con ella.

A estas interrogaciones que, al cabo, no me decido á formular, los ojos burlones y penetrantes de Sardou parecen responder: No se apure usted; no se inquiete usted; lo extraordinario no ha existido jamás. Schélling tiene razón: «Todo es uno y lo mismo

Juan recuerda el miedo que sintió creyendo haber hablado demasiado. Señores dijo el alcalde dirigiéndose a los miembros de la comisión, hemos concluido; pueden ustedes retirarse. Voy a ocuparme de este niño. Y cuando se quedó solo con Juan, continuó sus interrogaciones. ¿Te gusta trabajar de carpintero? ¡Uf! ¿si me gusta?... el patrón es muy duro, cuando se emborracha pega fuerte.

Abriole doña Lupe la puerta y le hizo varias preguntas: «Y qué tal, ¿iba contenta?». Revelaban estas interrogaciones tanto interés como curiosidad, y el joven, animado por la benevolencia que en su tía observaba, departió con ella, arrancándose a mostrarle algunas de las afiladas púas que le rasguñaban el corazón.

Juan respondió en voz baja, pero Huberto, al fijarse en aquellas interrogaciones cuyas respuestas no había oído, recordó las frases inquietantes de la señora Gardanne, haciendo alusión a un asunto que podía ser perjudicial para su hermano.

No pudiendo mi imaginación abandonar el hilo de oro de sus ideas, aun todavía yo soñoliento, se me escapaban de mis labios estas palabras, que Bartolo, tomándolas por otras tantas interrogaciones matinales de las que acostumbro hacerle, procuraba satisfacer del mejor modo, entablándose así el siguiente diálogo: ¡Oh, Ismael!

La esposa hincó más sus ojos en los del capellán e hizo dos o tres interrogaciones concretas, terminantes. Aquí del jesuitismo, mejor dicho, de la verdad cogida por donde no pincha ni corta. Me puede creer; ya ve que no había de tener gusto en decir una cosa por otra: no de quién es el chiquillo. Nadie lo sabe de cierto. Parece natural que sea del querido de la muchacha.

Respecto de su uso, podemos decir lo expuesto más arriba acerca de la redondilla. II. El yambo, en oposición al troqueo, la medida más solemne, en esta forma: a. b. Como soneto para las antítesis, interrogaciones agudas y réplicas discretas, ó para la expresión del sentimiento, que resulta de la comparación con otro, ó de su examen aislado. c. d.

Con un poco de trabajo transportaron a Relimpio al sofá, donde le tendieron, y él entonces entreabrió los ojos y los labios echando una mirada y un suspiro sobre el mundo, de que se alejaba para siempre. La notabilísima alteración de las facciones del anciano alarmó a Miquis, el cual respondía con muda expresión de desconsuelo a las apremiantes interrogaciones de Emilia.

¿Se creen, por lo visto, que no hay nadie en casa más que Vds.? ¿No saben ustedes que la señorita está delicada?... ¿Qué escándalo es éste?... ¿No saben ustedes que el señor prohibió que se haga ruido?... Nadie se aventuró a responder a estas tremendas interrogaciones.