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Sobre ambos, un farol de gas alumbraba con rojiza luz aquella escena indefinible en que la necesidad desesperada, de un lado y la integridad vacilante de otro, se batían con furor. ¡Dinero y hermosura, sois los dos filos de la espada de Satanás! «Soy pobre repitió Miquis, haciendo un esfuerzo ; vete a París. ¡Augusto!». Augusto sintió cólera.

Se presenta el rival: se les ata á ambos un cuchillo ó navaja de dos filos al espolón natural, y después de hacer que por algún tiempo se miren uno á otro, se da la señal de principiar el combate, notándose entonces extraordinaria agitación en la concurrencia, hasta que un alguacil anuncia que está terminada ó cerrada la puesta: á cuyo anuncio se sigue un silencio universal.

12 Y escribe al ángel de la Iglesia que está en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos, dice estas cosas: 13 Yo tus obras, y dónde moras, donde está la silla de Satanás; y tienes mi Nombre, y no has negado mi fe, aun en los días en que fue Antipas mi testigo fiel, el cual ha sido muerto entre vosotros, donde Satanás mora.

Medrano tenía, junto a su lecho, dos espadas: la una, angosta y larga por demás, con calada guarnición; la otra, con pesada empuñadura de reja y ancha hoja de dos filos.

Yo aludía al beso profano; mas, como si hubieran sido mis palabras una evocación, se ofreció en mi mente la visión apocalíptica en toda su terrible majestad. Vi al que es por cierto el primero y el último, y con la espada de dos filos que salía de su boca me hería en el alma, llena de maldades, de vicios y de pecados.

Era la vida brutal, la ley del destino sorda e inexorable, y la venganza no está obligada a más equidad que esa justicia ciega cuya espada de dos filos hiere casi siempre al inocente con el culpable. ¿Qué le iba a hacer ella? ¿Salvar al uno para salvar a la otra? ¡Engaño! ¡Piedad ridícula de los débiles que causa la audacia implacable de los fuertes!

Cuatro mil judíos rindieron las vidas á los filos de las espadas de esta bárbara gente, indigna de llevar el nombre de cristiana. Los que escaparon con pequeñas heridas ó sin ninguna del insolente tumulto de aquella canalla desenfrenada, cristianáronse al punto temerosos de sus iras, i escarmentados con los dos pasados motines.

¡Ah!... saluda al señor gobernador, a la junta y a la monja... Se ha quitado el sombrero y ahora se pone su redecilla roja. ¡Bueno! Después apoya contra el suelo su ancha espada de dos filos... ¡Jesús! ¡Cuánto oro en su traje color de naranja! ¡estoy deslumbrado! ¡oro por todas partes!... oro hasta en sus medias y en sus zapatos... En fin, ya está en la arena...

1 Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mi inteligencia inclina tu oído; 2 para que guardes consejo, y tus labios conserven la ciencia. 4 mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como cuchillo de dos filos. 5 Sus pies descienden a la muerte; sus pasos sustentan el sepulcro; 7 Ahora pues, hijos, oídme, y no os apartéis de las razones de mi boca.

Sus armas, ni mas ni ménos que las de los Chiquitos, se componian del arco, de las flechas, y de una macana ó clava de dos filos. Construian ademas, ahuecando los árboles, esas canoas con que recorrian el rio Blanco para ir á la caza y á la pesca, sus ocupaciones favoritas despues de la cosecha del maiz.