United States or Germany ? Vote for the TOP Country of the Week !


Se presenta el rival: se les ata á ambos un cuchillo ó navaja de dos filos al espolón natural, y después de hacer que por algún tiempo se miren uno á otro, se da la señal de principiar el combate, notándose entonces extraordinaria agitación en la concurrencia, hasta que un alguacil anuncia que está terminada ó cerrada la puesta: á cuyo anuncio se sigue un silencio universal.

El coronel anunció con entusiasmo á este amigo que le había hecho conocer doña Clorinda. Es un teniente español de la Legión extranjera. Vive en el hotel que el príncipe de Mónaco ha destinado á los oficiales convalecientes. Se llama Antonio Martínez, nombre vulgarísimo que dice muy poco; pero es un gran soldado, un héroe, y no cómo sobrevive á sus heridas.

Un paje le anunció que su señor se proponía visitar aquella noche al canciller de Chandos y deseaba que sus dos escuderos se alojasen en el hostal de la Media Luna, al fin de la calle de los Apóstoles. Al cual mesón se dirigieron Roger y Gualtero al anochecer, después de su larga comida y de oir los brindis y canciones con que pasaron rápidas las horas en compañía de los otros alegres escuderos.

Para don Víctor había que guardar el cuerpo, pero al Magistral ¿no había que reservarle el alma?». Al obscurecer de aquel mismo día, que era el de Difuntos, Petra anunció a la Regenta, que paseaba en el Parque, entre los eucaliptus de Frígilis, la visita del Sr. Magistral. Enciende la lámpara del gabinete y antes hazle pasar a la huerta... dijo Ana sorprendida y algo asustada.

Don Rosendo anunció que el del número próximo era mucho más interesante, y se fué. En un corro de marinos que había en el muelle le felicitaron con rudo entusiasmo y le insinuaron la idea de que la dársena estaba muy sucia y era menester dragarla. Se dragaría: ¡vaya si se dragaría! Don Rosendo se alejó gravemente poseído de su omnipotencia.

Antes de que ganar pudiera la altura en que el africano se encontraba, anunció a gritos su llegada, diciéndole: «¡Pero, hijo, vaya un sitio que has ido a escoger para ponerte al sol! ¿Es que quieres secarte, y volverte cuero para tambores?... ¡Eh... Almudena, que soy yo, que soy yo la que sube por estas escaleras alfombradas!... Chico, ¿pero qué?... ¿Estás tonto, estás dormido?».

Vendió el Gaviota, que le recordaba su dependencia como hijo de familia, y fué á los Estados Unidos atraído por un anuncio. Cierto multimillonario había empezado tres años antes la construcción de un yate, con el deseo de que fuese superior en lujo y tonelaje á los de todos los soberanos de Europa.

Anunció el burrero con profética gravedad que pronto se quitaría todo el dinero metálico y no quedaría más que papel, hasta para las pesetas, y que echarían nuevas contribuciones, inclusive, por rascarse y por darse de quién a quién los buenos días.

¡Obscura está la maldita noche! exclamó una voz penetrante. Era Ruperto Henzar, que un momento después se halló frente a mis compañeros. Inmediatamente sonaron varios tiros y me adelanté seguido de Sarto y Tarlein. ¡Mata, mata! aullaba Ruperto, y un gemido me anunció que el bribón daba el ejemplo a su gente. ¡Estoy perdido, Ruperto! exclamó al caer uno de los que le seguían.

Algo más iba a decir; pero entró Plácido, sombrero en mano, y con ciertos aires de ayudante de campo anunció a su generala que había llegado doña Bárbara.