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Al sentarse frente a él, Andrés observó que la luz del velón hería de lleno cierto cuadro que colgaba de la pared, representando un militar a caballo. ¿Qué general es ése, tío? preguntó, dando por supuesto que era un general. D. Ramón Cabrera dijo el cura ahuecando la voz. ¿No le conoces por su mirada de águila?

Del arte nadie sabía nada más que él: pronunciaba la palabra ahuecando la voz y paseando su mirada fulgurante por los circunstantes como si temiese cualquier profanación y estuviese apercibido a reprimirla de un modo sangriento.

Tal vez la presión fue ligeramente correspondida, pues el galante coronel se alejó ahuecando su pecho y con paso triunfante, tan vigoroso como lo permitían la estrechez y altos tacones de sus botas. Cuando se hubo alejado convenientemente, Lady Clara abrió la puerta, escuchó por un momento desde la desierta entrada, y luego subió la escalera rápidamente, hasta llegar a su antigua habitación.

Tremenda cosa sería caer otra vez en el corral. La pluma, en el colmo de su regocijo, no halló medio mejor de expresarlo que dando vueltas sobre su eje, para que se orearan bien sus miembros húmedos y ateridos: se bañó en el sol y se esponjó, ahuecando con cierta vanidad los flecos diminutos de que se componía su cuerpo.

Hablaba acompañándose con la acción desenvuelta y elegante del orador encanecido en las lides parlamentarias, ahuecando la voz y haciéndola temblar por momentos lo mismo que cuando trataba de hacer pasar un proyecto de ley que la mayoría se obstinaba en rechazar.

Y silbaba la rama y caía sobre una espalda cualquiera, la más próxima, á veces sobre un rostro, dejando una marca primero blanca, roja despues, y más tarde sucia gracias al polvo del camino. ¡Adelante, cobardes! gritaba á veces en español ahuecando mucho la voz. ¡Cobardes! repetían los ecos del monte.

Sus armas, ni mas ni ménos que las de los Chiquitos, se componian del arco, de las flechas, y de una macana ó clava de dos filos. Construian ademas, ahuecando los árboles, esas canoas con que recorrian el rio Blanco para ir á la caza y á la pesca, sus ocupaciones favoritas despues de la cosecha del maiz.

¡Por Dios, García! Lo dicho... Tiene más riqueza de tropos. De eso no hay quien me apee... Además, te lo diré francamente añadió parándose y ahuecando la voz , no transijo, no puedo transigir con la metonimia que Rojas emplea en el quinto verso de la segunda octava. Es más que atrevida, disparatada.

El canto iba acompañado de golpes sordos, iguales á los que producen las manos sacudiendo y ahuecando algo blando y voluminoso. Miguel creyó reconocer la voz de Alicia. Tosió varias veces sin resultado; no podía oirle.

Sin poderme contener, viendo el entusiasmo de los dos marinos, comencé a dar vueltas por la habitación, pues la confianza con que por mi amo era tratado me autorizaba a ello; remedé con la cabeza y los brazos la disposición de una nave que ciñe el viento, y al mismo tiempo profería, ahuecando la voz, los retumbantes monosílabos que más se parecen al ruido de un cañonazo, tales como ¡bum, bum, bum!... Mi respetable amo, el mutilado marinero, tan niños como yo en aquella ocasión, no pararon mientes en lo que yo hacía, pues harto les embargaban sus propios pensamientos.