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¿Digo yo lo contrario, Pablo? Pero la desesperación me excusa de haber... tenido la idea, porque, no ha sido más que una idea loca, de ir a casa de Esteven; ¡hacerme yo ilusiones de Gregoria! Entretanto...

Es verdad que tenía una excusa, que es la de todas las madres en casos análogos: sentíase un poco enamorada de su futuro yerno, y sumamente agradecida por la distinción que había hecho con su hija; parecíale en extremo inteligente y espiritual, puesto que había sabido apreciar su inteligencia; y juzgábale honrado y delicado por haber preferido su belleza y sus cualidades, a otras ventajas más positivas.

Rosa, aunque medio convencida, rehusó rendirse. No es más que una excusa dijo. Lo que hay es que no quieres tornarte el menor trabajo. ¡Cuando pienso que podrías llegar a ser Embajador! Pero es que no quiero ser Embajador. No te apures, que no llegarás a tanto. ¡Yo que había sido Rey!

La extrema sencillez de su traje, de sus maneras y de su vida todo era excusa de superioridades que ninguno de los que le trataban hubiera sospechado. Todos en Villanueva le habían visto nacer, crecer, y después de algunos años de ausencia tornar al país natal y arraigarse en él.

No mezcle usted mi casa en este asunto. ¡Bonita excusa! tronó el gigante. ¿Qué galimatías es ése? ¿No forma usted parte de la razón social Esteven y Compañía? Pues la casa Esteven y Compañía es la responsable de sus operaciones comerciales. El chico se ahogaba; ¡no poder tapar la boca de aquel animal! Ensayó domesticarlo, con frases cariñosas y acento humilde.

Como hasta la llegada de los americanos la enseñanza en Filipinas fué siempre y exclusivamente religiosa, y dirigida por los sacerdotes romanos, la persistencia de antiguas supersticiones son una demostración del fracaso de la educación religiosa. Tendrían por excusa los misioneros culpar a la rudeza invencible del filipino, que podríamos admitir por cortesía y para evitar discusiones.

Súpose este cuento por toda la ciudad, y hasta los muchachos le señalaban con el dedo y contaban su credulidad y mi embuste. Esto contó la gitana vieja, y esto dio por excusa para no ir a Sevilla. Los gitanos determinaron de torcer el camino a mano izquierda. Dejaron, pues, a Extremadura y entráronse en la Mancha, y poco a poco fueron caminando al reino de Murcia.

Y estando este color, este sello, este tipo en todo, ¿cómo, me dije yo, no ha de estarlo en la mujer, la cual es blanda cera para recibir impresiones, y duro bronce para conservarlas sin que se desvanezcan? Más de cinco meses pasé en mi lugar, y en este tiempo mudé por completo de parecer, respecto al libro del Sr. Guijarro. No me quedaba excusa para no escribir el artículo.

El autor de En viaje añade, sin embargo, a renglón seguido: «si he consignado algunos nombres, si me he detenido en el de algunas de las personalidades más notables en la actualidad, es porque, habiendo tenido la suerte de tratarlas, entran en mi cuadro de recuerdos». Valga como excusa, pero es lástima, y grande, que no se haya decidido a examinar con mayor detención tema tan rico como interesante.

¿Te acuerdas de aquella noche, en casa de mis padres, cuando aspirabas a la mano de Marta? ¡Cómo puedes, si la recuerdas, hacerme la injuria de aceptar mi miserable excusa!