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Entre estos sesenta solo hubo uno que diese muestras de rendirse, á quien los otros arrojaron de la torre. Después de haber destruido y talada la mayor parte de la Provincia, volvieron á Galípoli, acrecentados de reputacion, de hacienda, y de gente, que se les juntaba de Italianos, Franceses y Españoles, que pudieron escapar de la crueldad y furia de los Griegos.

«Bien; esto era racional». Por eso se acostaba, porque él siempre se rendía a la razón y a la evidencia, y pensaba rendirse aún más, si cabía, ahora que iba a ser padre y tenía que dar ejemplo.

El candidato de mi tía ejercía sobre ella la influencia de un profeta: no concebía que delante de su figura inspirada y magnífica pudieran levantarse adversarios; mi tía, como he dicho, era de una virtud agria e indomable, pero, cuando se hablaba de su orador y de su poeta, una especie de delirio alarmante la invadía, y si hubiera sido joven y bella y su ídolo le hubiera dado una cita a media noche, habría ido, loca de amor, a rendirse a sus caricias omnipotentes, porque perderse con él no habría sido para ella una falta sino el cumplimiento de un deber inexcusable.

Al verla levantarse, don Juan se puso también en pie, comprendiendo que en aquel instante podía intentar un asalto decisivo. La noche, el sitio, la soledad, el silencio, la excitabilidad de que Cristeta parecía poseída, hacían apetitosa y deleitable la ocasión; mas ¿a qué atacar una fortaleza a la cual faltaba tan poco para rendirse voluntariamente?

Discutieron largamente, pero la mujer oponía a todas sus razones la misma respuesta tenaz: No me acompañes... Iré yo sola. Acabó el cuñado por rendirse, y en un coche de alquiler fueron a la plaza, entrando en ella por la puerta de Caballerizas.

Yo sostenía que no, contra todas mis convicciones, porque era muy duro rendirse sin protesta en tan apurada situación de espíritu, y no alentar un poco el de aquellas honradas gentes, harto más competentes que yo en el punto que ventilábamos.

Los PP. José de Arce, Juan Bautista de Zea y Francisco Hervás, suplicaron al P. Superior Bartolomé Ximénez que pasasen adelante á las Rancherías de los infieles á tomar lengua; pero siendo éste de contrario parecer, fué necesario rendirse; antes bien, conociendo que menguaba la corriente más cada día y corría peligro el barco de hacerse pedazos en los escollos ciegos si se parasen allí algún tiempo más, determinó dar la vuelta después de haber gastado mes y medio en andar en busca del camino.

Se supo tambien al mismo tiempo, por diferentes prisioneros, que contestes hicieron uniformes relaciones al General, que los indios de las provincias de Chucuito, Omasuyos y Pacajes, continuaban el sitio de la villa de Puno, y que la tenian reducida á tales términos, que estaba muy cerca de rendirse.

Don Pascual sostenía, además, que Juanita no había provocado la audaz acometida de don Andrés, a la que daba por única causa el engreimiento del cacique y su convicción de que todo había de rendirse a su voluntad y ser propicio a su deseo. No bien se enteró Juanita de todo esto oyendo hablar al maestro de escuela, procuró que terminase la visita y que este se fuera.

Alguna vez, retozando, la admiración y el deseo que rebosaban del alma habían salido a los ojos; se detenía, quedaba inerte; la contemplaba con mirada húmeda y anhelante, y estaba a punto de flaquear y rendirse a pedirle humildemente un beso de su fresca boca; mas al instante, el temor muy fundado de asustarla y perder su confianza le obligaba a seguir representando el papel de joven aturdido y bromista.