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Actualizado: 16 de junio de 2025
Creyóse allí por un momento en salvo, pero los alguaciles de don Cándido, que le habían visto, le intimaron á rendirse; el otro intentó defenderse desde el solar, pero á la postre, haciéndose cargo de su situación, saltó á la calle, y allí echóse á los pies del alcalde cuando mandó dispararle, así como á la mujer que en la casa estaba y que resultó ser su esposa, Ana de Córdoba.
Al cabo de media hora de discusión, el sargento tuvo que rendirse a la evidencia, pues no había motivo alguno que confirmase sus sospechas. El joven madrileño le manifestó que había llegado el día anterior en el vapor Carmen, que allí estaba, y a cuyo capitán podían preguntar si era verdad lo que decía: que estaba hospedado en casa de D. Valentín Vázquez, etc., etc.
Donna Olimpia y Tiburcio aplaudieron a Teletusa. Y Morsamor, algo pensativo aún y no muy conforme con que todo aquello se aviniese bien con su papel de héroe, empezó a rendirse y a contagiarse del regocijo harto profano que allí reinaba. Morsamor se sintió ebrio antes de beber el vino.
El altercado duraba desde hacía largo rato, sin que la señora de Bruinsteen ni Mathys perdieran terreno, ni parecieran rendirse. La voz del intendente había llegado poco a poco al diapasón más elevado, y sin duda la obstinación de la condesa lo llenaba de furor, porque llegó a gritar tan fuerte que la viuda creyó distinguir algunas de sus amenazas.
Apoderóse de la capital y de algunas otras parroquias; pero bien pronto perseguido por el ejército español que mandaba el capitan D. Agustin Gamarra, presidente años despues de la república del Perú, tuvo que huir de Apolo, y mas tarde de Aten, donde el último resto de sus partidarios prefirió morir ántes que rendirse . Fué en ese entónces cuando un indio tacana, para libertarse de los terribles castigos impuestos por Gamarra á los amigos de la libertad, huyó llevando consigo treinta familias y permaneció siete años escondido, sin que fuese posible dar con él ni con una sola persona de las de su séquito en el seno profundo de las selvas .
¡Mentís! exclamó el duque, que delante de doña Ana no quería rendirse, por decirlo así, á lo tremendo de su situación; no quería confesarla. Su hijo lo adivinó. ¿Qué haces tú ahí? dijo á doña Ana ; ¿no ves que su excelencia y yo tenemos que entendernos? Vete. Doña Ana se levantó y salió doblegada, cabizbaja, llorando. El duque de Uceda cerró las puertas.
Engañada la plebe sencilla de los indios con este pregon tan falaz, unos se disponian á retirarse, otros lo comenzaron á hacer: pero otros mas esforzados y advertidos, rogaban con ardor no se rindiesen, que ya no era tiempo de rendirse, sino de valerse hasta lo último de las fuerzas y valor: que convenia morir peleando, y no huyendo.
Sin embargo, la verdad vibraba tan elocuente en la voz de la joven esposa, resplandecía en sus ojos tan nobles, tan sinceros que Tristán no pudo menos de rendirse en el fondo de su corazón a la evidencia.
Tal viva penetración del arte y tal destreza en la ejecución como el general poseía, anunciaban desde luego la victoria. Y, en efecto, a consecuencia del nuevo y acertado plan de ataque, comenzaron a rendirse una en pos de otra, a sus armas, no pocas bellezas de las mejor sazonadas y maduras de la capital.
Palabra del Dia
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