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»Leonela tomó, como se ha dicho, la sangre a su señora, que no era más de aquello que bastó para acreditar su embuste; y, lavando con un poco de vino la herida, se la ató lo mejor que supo, diciendo tales razones, en tanto que la curaba, que, aunque no hubieran precedido otras, bastaran a hacer creer a Anselmo que tenía en Camila un simulacro de la honestidad. »Juntáronse a las palabras de Leonela otras de Camila, llamándose cobarde y de poco ánimo, pues le había faltado al tiempo que fuera más necesario tenerle, para quitarse la vida, que tan aborrecida tenía.

En el aposento de abajo correspondiente al de arriba se ponía el que había de responder, pegada la boca con el mesmo cañón, de modo que, a modo de cerbatana, iba la voz de arriba abajo y de abajo arriba, en palabras articuladas y claras; y de esta manera no era posible conocer el embuste.

Resígnate, resígnate, y tengamos conformidad exclamó la hija, hecha un mar de lágrimas. No puedo, no me da la gana de resignarme. Esto es un robo.... Envidia, pura envidia. ¿Qué tiene que hacer Valentín en el cielo? Nada, digan lo que dijeren; pero nada.... Dios, ¡cuánta mentira, cuánto embuste!

Aquella misma noche, sin despedirse de nadie, sin dar a persona alguna razón de su marcha, ni dejar sospechar siquiera el fin de su viaje, saldría para Italia, avistaríase en Caprera con Garibaldi, que le había iniciado en otro tiempo en las logias de Milán, y ante él trataría de justificar el secuestro de aquellos documentos, inventando un embuste, una historia, un enredo cualquiera, que viniese a sacarle de una vez de aquella situación falsa y angustiosa.

Y antes que de nuevo se exaltase, me levanté y le di la mano. Olóriz vio el cielo abierto y aprovechó mi marcha para retirarse también, haciendo un reverente saludo. Isabel me estaba esperando con impaciencia, según me dijo. Había pensado bastante en mi situación y quería a todo trance deshacer los monos, que dependían, sin duda, de alguna mala inteligencia, de algún embuste.

Aunque muy sobrecogida, me disculpé bastante bien; y ya se había tragado el embuste que urdí en el aire, de un paseo muy largo después de haber estado leyendo muchísimo tiempo en la Glorieta, donde él me dejó, cuando, hijo, mirándome y remirándome, se empeña en que el vestido que yo tenía puesto era distinto, ¡ya la creo! del que llevaba por la mañana... Tan cogida me vi entonces, que estuve canto o no canto; pero dominándome un poco, probé a negar, y negué, con la mayor desvergüenza, que hubiera cambiado de vestido en toda la mañana.

Sin saber por qué, sintió la necesidad de deslumbrar con un embuste al simple lego, el cual parecía convencido de que la humanidad entera se interesaba por las cosas de la Orden, sin que ni un solo hombre ignorase dónde estaba el cuerpo de San Ignacio. ¡Ah! ¡El señor ha estado en Roma! exclamó el hermano mirándolo con cierta admiración, como si de repente creciese ante sus ojos.

Talberg fué el profesor á quien acompañé á los Andes, y que tampoco fué mi marido... Mi verdadero nombre es Beatriz... Mi madre fué italiana, una florentina; mi padre era de Trieste. Esta revelación no interesó á Ferragut. ¡Un embuste más! dijo . ¡Otra novela!... Sigue inventando. La mujer se desesperó. Sus manos se elevaron sobre su cabeza, retorciéndose con los dedos entrecruzados.

No te apure la flema de esta socarrona dijo Nieves dándola un pellizco en el brazo que estaba más al alcance de su mano derecha , que aunque no fuera embuste lo que aparenta, aquí estoy yo que me he asombrado por las dos...

Suya era, pero era mía más que suya; y yo apenas la sentí en mi seno, me propuse con firme resolución que no fuese sino mía. Hasta donde alcanza mi memoria, desde que tengo uso de razón, en el libre abandono de los años primeros de mi vida, no me remuerde la conciencia de hurto, de estafa, ni de engaño o embuste para medrar.