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La señora de Aymaret prosiguió diciendo en contenida, aunque vibrante voz: No puede llamarse una traición que yo hable de los detalles de mi vida íntima... todo el mundo los conoce, y usted mejor que nadie... Y usted sabe que si jamás una mujer tuviera disculpa en conducirse mal... esa mujer sería yo... pero no, tengo hijos... dos hijos, y quiero que mañana se diga... «Si el padre era un pobre hombre... un desgraciado loco... la madre fue una mujer honrada... una digna persona...» ¿Y usted cree que resignarme a esto me ha sido fácil... no es verdad?... Me ha sido fácil porque es mi temperamento... porque he nacido así... sin pasiones y sin debilidades... ¡Ay, Dios mío, Dios mío, y lo cree usted!... ¡lo cree usted! ¡usted!...

Este medio me resultaba prosaico y hasta un tanto peligroso, pues podía suceder perfectamente que encontrase allí al hermano, es decir, al individuo aquel que la acompañaba la noche en que la seguí, y que en medio de mi ilusión, creía yo que no podía ser más que su hermano. Costábame trabajo el resignarme a creer que fuese un amante.

Por cima de todo está Dios, y con él y en él la fe y la esperanza de que no hay mal que no sea aparente o caduco y que no se ordene a fin dichoso y grande. Así, en mi interior meditación vine yo a resignarme y a buscar y hallar dulce quietud y algo a modo de bienaventuranza en mi plena conformidad con los designios divinos.

Al considerar esto me entra temblor como de calentura, y pido al numen método y plan para mi obrilla; pero al numen le incomoda el método, y lo que es yo por no le trazo sino muy vulgar, sin atinar a aventurarme por nuevos caminos, y sin resignarme a seguir los muy trillados y seguidos por todos. Para saber el día en que empieza y el día en que acaba la Primavera remito al lector al almanaque.

Recuerdo que he dejado aquí más de un millón, pienso que no debo resignarme á esta pérdida, y para rescatarla, vuelvo en seguida á jugar, y vuelvo á perder, y así continuaré hasta que muera. Además, hay el castillo... Miguel conocía este castillo.

¿No soy feliz así? pensaba. ¡Casarme, para llevar una existencia agradable, exenta de preocupaciones pecuniarias, pase! Pero ir a encerrarme en un pequeño departamento, ser mal servido por un personal reducido ¿cómo resignarme, a menos de estar loco? Y, como Huberto era razonable, se absorbió en meditaciones para encontrar el medio de esquivarse.

Por mi parte, cuando yo creía que los alquileres estaban muy caros, me resignaba a vivir en un piso deficiente; pero desde que que los alquileres no han sufrido aumento alguno de precio, mi resignación es imposible. ¿Cómo voy a resignarme a pagar muy cara una casa que, teóricamente, es muy barata? ¿Cómo voy a resignarme a que mis pesetas hayan perdido su capacidad adquisitiva?

La señorita Alicia ha querido obligarme a seguirla por entre el polvo de los caminos; iba a resignarme, contando con la presencia de ustedes. Cuando supe que ustedes no irían, sin vacilar falté a la cita. Me imagino que nadie habrá notado mi ausencia...

No tuve más remedio que resignarme a oírlo todo, cuando, deteniéndome en una de mis acometidas para marcharme, me dijo, casi lloroso de puro dulzón y suplicante: » Falta la segunda y última parte de mi pretensión, o, mejor dicho, la pretensión enteera. Le juro a usted que se la expondré en cuaaatro palabras. »Y me la espetó, el condenado, en muy pocas más... ¡La misma con que yo contaba!

Adiós, salerosa. ¿Sabes que me gustas? ¿También le gustan a usted las sirvientas? Pa mucha gente quiere usted servir a la vez. La segunda carta fue redactada en estos términos: «Cristeta: No quiero resignarme a que conserves mal recuerdo de . Es necesario que te explique muchas cosas. Concédeme unos cuantos minutos, y no volveré a molestarte nunca.