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De aquí que los portugueses buscasen allí con afán aunque poco dichoso, las antiguas minas que el hijo de David había laboreado. Algo se detuvo en Sofala la pequeña flota, pero no tardó en zarpar para Goa. La nave de Morsamor no pudo seguirla. Tenía antes que ir a Melinda, a donde enviaban los señores Adorno y Salvago no pocos artículos de comercio.

Naturalmente, tuve que seguirla y aún tengo levantado el estómago del hedor y de la podredumbre en que se revolcaban aquellos chiquillos y de los guiñapos infectos que servían de cama a la madre. ¿Pero estaba verdaderamente enferma? ¿No habían mentido los niños? Lo estaba y mucho, según creo. Habían dicho la verdad.

Era una niña que subía sola, y cantando, por la calle de Segovia, dirigiéndose á la Morería. Clara vió con asombro que la niña, sin cesar de cantar, subía la cuesta y trepaba, encontrando una vereda entre tantos escombros. Se levantó é intentó seguirla. La niña no la vió y marchaba delante muy alegre, al parecer.

El viejo casi se irritó ante tal frialdad. ¡Pasar junto á su hijo sin que el instinto le avisase su presencia! ¡Ah, las mujeres!... Volvió la cabeza para seguirla, pero inmediatamente tuvo que desistir de su atisbo. Había sorprendido á Margarita inmóvil detrás de ellos, con la palidez de la sorpresa, fijando una mirada profunda en el militar que se alejaba.

Y ahora resulta que hace meses sostiene a una mujer, y se pasa el día entero con ella y... Vamos, yo tengo que ver esto para creerlo... Y otra cosa: ¿cómo se las arreglará para mantenerla?... La hucha está allí con su peso de siempre...». Doña Lupe, al llegar aquí, se engolfó en cavilaciones tan abstrusas que no es posible seguirla.

Y fijaba su mirada en el médico, con la misma expresión de lúbrica generosidad con que muchas veces le había invitado á seguirla cuando le encontraba en el campo. Después contempló el cadáver fríamente, sin emoción, y al tropezar su mirada con las botas de charol rompió á reír. ¡Rediós! ¡Pus ya podía yo anoche esperar mis botas!...

No hay que pensar en la arreglada distribución de sus diversas partes: sin concierto ni asomos de armonía se suceden las unas á las otras; unas veces se precipita la acción de tal manera, que no es posible seguirla, y otras se detiene y suspende por completo, reduciéndose á monólogos de inconmensurable longitud.

A las diez llegué á la boca de una canal que sigue al NO, entré por ella y seguí siempre, y tenia mas caudal, pues de esta salen innumerables canales. A las doce llegué á donde se dividia en dos iguales, y viendo en la que seguia al NE unas tominas que estaban por ella, así por esto, como por seguir mejor rumbo que la otra, determiné seguirla.

En el colegio no admitía conversación sino con las hijas o por lo menos sobrinas de algún título del reino, y cuando los jóvenes comenzaron a seguirla, su primera mirada no era al bigote, sino a los gemelos de la camisa por ver si descubría grabada en ellos la corona de sus ensueños.

El Conde intentó seguirla, la vio de lejos entre la multitud; pero detenido por el oleaje de las máscaras, no tardó en perderla de vista. Después creyó volver a verla... , , era ella... y en el momento en que, siguiendo sus pasos, llegó hasta el vestíbulo y creía poder alcanzarla, la vio precipitarse en un carruaje magnífico que dos soberbios caballos arrastraron a todo galope.