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Detrás de la reja que sirve de fondo al vestíbulo, veíase, no muy claramente, a la luz de una lamparilla que le alumbraba, porque la del crepúsculo podía darse afuera por extinguida, un altarcito con la imagen de la Virgen llamada de las Nieves, según informes de Chisco. Descubríme yo también, y sin obligarme a ello el mandato que leí en una mirada del espolique.

Pero yo conservaba siempre en el oído las últimas palabras de mi padre, y no aceptaba... Sin embargo, la miseria iba a obligarme, cuando un día fui a ver a uno de los amigos de mi padre, un banquero de New-York, M. William Scott, que no me recibió solo; junto a su escritorio estaba sentado un joven: «¡Podéis hablar, me dijo, es mi hijo Richard ScottMiro al joven, él me mira y nos reconocemos... «¡Zuzie! ¡Richard!» y nos tendemos la mano.

¡Farsa! exclamó con enojo el diplomático . Pero ya comprendo el juego. Lo mismo hace mi sobrina cuando quiere obligarme a que revele los secretos de Estado.

Pero me creí obligado a sustituirle a usted para no perder una hermosa pieza, rara en este terreno. Le pertenece por derecho. No me permito, pues, ofrecérsela: se la devuelvo. Añadió algunas frases más para obligarme y acepté el obsequio del señor Domingo como deuda de galantería dispuesto a pagarla.

Estrechaba efusivamente las manos tendidas hacia ella, y luego se limpiaba el sudor de su frente, diciendo con voz lánguida: Voy á morir. La emoción... la fiebre del arte... Me han matado ustedes al obligarme con sus ruegos insistentes á recitar mis versos. Miró á un lado y á otro como si buscase á Robledo, y al descubrirle, fué hacia él. Déme su brazo, héroe, y pasemos al buffet.

Acabóse el navío; mandó el rey aderezarle y pertrecharle de todas las cosas necesarias largamente, y luego me hizo capitán dél, a toda mi voluntad, sin obligarme a que hiciese cosa más de aquella que fuese de mi gusto.

Si no os doy La joya, don Juan, no crea Vuestro pecho liberal Obligarme con dinero; Que, pues de vos no lo quiero, 2325 Bien creeréis que me está mal. ¡Oh, qué habréis imaginado De cosas, después que visteis La joya! Aunque no tuvisteis Culpa de haberlas pensado, 2330 Pues yo os he dado ocasión.

«Frecuentaremos la sociedad así que pasen las primeras semanas de luto. Mi tío dice que soy muy joven todavía; pero tampoco puedo quedar sola en el Pavol. Si quisieran obligarme a ello, bien sabéis, señor cura, que no me quedarían más que dos caminos que tomar: tirarme por la ventana o prender fuego al castillo.

Se va a quedar sorprendido y su sorpresa será para una acusación, pues le debía más confianza. ¿Por qué no le he hecho vislumbrar, al menos, mis proyectos? ¿Me habrá quitado el valor de hablar su deseo, vagamente indicado, de darme a Elena en matrimonio? Eso, precisamente, hubiera debido obligarme.

Ahora estáis perdida. El mismo Mathys, si estuviera aquí, os echaría, del castillo. Marchaos, basta de cobardías inútiles, basta de mentiras; marchaos os digo. ¿Vais a obligarme a llamar a mis sirvientes para verme libre de vuestras súplicas hipócritas? Pero la viuda siguió arrastrándose a sus pies y balbuceando todas las súplicas que la desesperación más profunda podía sugerirle.