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En cambio de vuestro silencio y de vuestro nombre, que podrá suceder se necesite, tomad de lo que queráis y contad con mi apoyo en la corte. Lo que me decís dijo balbuceando el conde es horrible. Haced lo que mejor os plazca; en ocasión estáis de consentir ó de rehusar. Pero el escándalo... Evitaréle yo por misma. Lo pensaré. Pensadlo en buen hora.

Cuando María Antonia se vio libre de la presencia de D. Jacinto, quedó inmóvil y de pie por algunos instantes: rompió luego en insana risa y en descompuesta y nerviosa carcajada; y por último, se arrojó al suelo, retorciéndose, derramando un mar de lágrimas y balbuceando entre dientes el yo, pecadora. De allí en adelante no volvió a pecar María Antonia, ni en pensamiento ni en acto.

El pianista palideció, mirando con espanto á Lubimoff. Su gesto fué igual al del que habla en voz alta creyéndose á solas, y nota repentinamente que alguien le escucha. Quedó confuso y balbuceando: No ... ¡la gente dice tantas mentiras!... ¡Cosas de mujeres! Lubimoff sintió una confusión igual al darse cuenta de que hasta Spadoni se había ocupado con regocijo de su aventura.

Moro y Rosillo, se llamaban los caballos que montábamos, eran hermanos, y siempre habían comido en una misma tina, estando en esto explicado, el por qué al buscarse ellos, nos acercaban á nosotros. Al pronunciar Ninay el nombre de su novio, no lo hizo balbuceando ni mucho menos, aquel estaba ya admitido por sus mayores, y por lo tanto la cosa era muy natural y corriente.

Ya no se estilan discursos, papá, ¡y con éste menos! Llegó Júpiter en compañía de Juno, convertida en un castillo de fuegos artificiales: brillantes en el tocado, brillantes al cuello, en los brazos, en los hombros, ¡en todas partes! Lucía un magnífico traje de seda, con larga cola, bordada de flores de realce. S. E. tomó realmente posesion de la casa, como se lo suplicó balbuceando don Timoteo.

Ella levantó la cabeza y fijó en la que así hablaba una mirada hosca, medrosa, que no parecía tener conciencia de la realidad y reflejaba como en dos vidrios profundos todos los asombros y todas las agonías... Reconoció al fin a la marquesa de Villasis, y el rostro de la pecadora, rojo de vergüenza por primera vez en su vida, ocultóse en el casto pecho de la mujer fuerte, balbuceando entre sollozos: ¡, !... Adonde no me vea nadie... A Chamartín con mi hija...

Y Freya seguía marchando en silencio, con una expresión de lástima en los ojos y en las comisuras de su boca. Le placía á su orgullo de mujer contemplar á este hombre fuerte balbuceando con una confusión infantil. Al mismo tiempo se impacientaba ante la monotonía de sus palabras.

Y antes de que pudiera impedirlo, Huberto le tomó la mano y la llevó a sus labios balbuceando en un soplo: ¡La adoro! Aquella noche María Teresa tardó mucho en dormirse. Le parecía oír aún la voz conmovida de Huberto y las frases que había pronunciado. ¿Era, pues, verdad? ¿La amaba, ponía en ella sus secretas esperanzas?

Dos días después sonó por la mañana el timbre de su puerta. ¡Una visita! Avanzó hacia él un soldado, un pequeño soldado de infantería de línea, tímido, con el kepis en la diestra, balbuceando excusas en español. He sabido que estaba usted aquí... Vengo á...

Una noche encontró algo nuevo para hacer patente su admiración. ¡Qué poeta! Lubimoff, á pesar de su melancolía, empezó á reir. ¡El presidente Wilson un poeta!... Don Marcos, balbuceando ante la risa de su príncipe, intentó explicarse. No encontraba la palabra exacta para precisar su pensamiento, pero insistió, considerándolo justo.