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¡Oh!, después, sentirse uno absolutamente puro, perteneciente a la sustancia divina; reconocerse uno parte de ella, y todito con aquel gran todo... ¡Qué dicha tan grande! ¡No padecer...! murmuró la prójima inclinando su cabeza sobre el pecho de él . ¡No temer si le hacen a uno esta o la otra perrería...!, no verse en agonías nunca y gozar, gozar, gozar...

Tardó algún tiempo el enfermo en coordinar sus ideas, y diose al fin cuenta de algo de lo que le estaba pasando: un pensamiento, para él muy pavoroso, acudió el primero a su mente... Con voz quebrantada, agonizante, que dejaba, sin embargo, traslucir todas las agonías del terror, las inflexiones de la súplica, las ansias de la incertidumbre, dijo muy bajo: ¿Me llevarán al hospital?...

Los tres médicos, el duque y Cristina contemplaron la cara del Rey. El médico pulsaba, y luego dejaba de pulsar, como un piloto que abandona el timón cuando no hay esperanzas de evitar el naufragio. Cinco minutos duró aquel estado, en que cinco personas miraban un semblante. Pasados los cinco minutos Fernando VII no existía. Fue una muerte breve, sin aparato, sin agonías tormentosas.

¡Ah! esclamó Simoun, y cogiéndose la cabeza con ambas manos se quedó inmovil. Se acordaba de haber oido en efecto el toque de agonías mientras rondaba en los alrededores del convento. ¡Muerta! murmuró en voz tan baja como si hablase una sombra, ¡muerta! muerta sin haberla visto, muerta sin saber que vivía por ella, muerta sufriendo...

Y si esto fuese para hacernos aborrecer el mundo y todas sus pasiones, alborotos, pompas y vanidades, el caso tendría explicación, salvo que yo, en vez de llamar novelas a los libros que así se escribiesen, los llamaría obras ascéticas, materia predicable, homilias o libros de moral severa y adusta, como Los gritos del infierno, los Casos raros de vicios y virtudes, las Agonías del tránsito de la muerte y los Estragos de la lujuria.

Lo que, como un lirio de noche en una habitación oscura, tuvo en medio de todas estas agonías iluminada el alma de doña Andrea, y le aseguró en su creencia bondadosa en la nobleza de la especie humana, fue que, ya porque en realidad le apenase la suerte de la viuda, ya porque creyera que había de parecer mal, siendo como el don Manuel bien querido, y maestro como ella, que permitieran la salida de sus hijas del colegio por falta de paga, la directora del Instituto de la Merced, el más famoso y rico del país, hizo un día, en un hermoso coche, una visita, que fue muy sonada, a casa de doña Andrea, y allí le dijo magnánimamente, cosa que enseguida vociferó y celebró mucho la prensa, que las tres niñas recibirían en su colegio, si ella no lo mandaba de otro modo, toda su educación, como externas, sin gasto alguno.

No! me decía el alma. ! me decia la carne! Entonces me acordé de Rodin, aquel terrible personaje del Judío Errante, que luchando con el cólera, casi en las agonías de la muerte, y sin mas poder que el de la voluntad, exclamaba: «Quiero vivir, y viviré porque lo quieroYo habia hecho desde antes de embarcarme el propósito de resistir á todo trance al mareo, contando con el vigor de mi organización física: Pero al ver que esta sucumbía, me dije con resolución: «No! no! quiero que mi alma domine con su fuerza la debilidad de mi cuerpo

No, no creo que usted me vea en tales agonías y no me favorezca. ¿Yo?... ¿Y de dónde lo voy a sacar? Del arca. No estás mal arca de Noé. ¡Tía! ¡Si debes más que el Gobierno; si te has metido en unos belenes...! Suponte , y es mucho suponer, que yo, echando por zancas y barrancas, arañando aquí y allá, reúna mil reales... Mil reales es muy poco.

He sido un mártir y un loco. Que mi locura, de la que con la ayuda de Dios he sanado, se me cuente como martirio, pues mis extravíos, ¿qué han sido más que la expresión exterior de las horribles agonías de mi alma?

Te aseguro, Ester Prynne, que con los honorarios más crecidos y valiosos que un monarca pudiera haber pagado á un facultativo, no se habría conseguido todo el esmero y la atención que he consagrado á este infeliz eclesiástico. Á no ser por , su vida se habría extinguido en medio de tormentos y agonías en los dos primeros años que siguieron á la perpetración de su crimen y el tuyo.