United States or Comoros ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los billetes se esconden tan fácilmente, que no hay manera de encontrarlos. Pero tenía doña Lupe tan fino olfato para descubrir dinero, que estaba segura de dar con los billetes si los había. «¿Tendralos cosidos en la ropa? pensó . Puede ser. Esa socarrona parece que no sabe jota, ¡y sabe más...!». En la cómoda no había nada que a dinero se pareciese, ni tampoco cartas.

El español lánzase furioso tras él, lo alcanza en la calle, y ¡pim, pam! por dos veces lo abofetea en los carrillos... El Iscariote se arrodilla con los brazos en cruz... El español, un poco avergonzado, vuelve a entrar en la tienda... Al verlo se levanta el judío y pasea una mirada socarrona por la abigarrada multitud que lo rodea.

Los niños, lo sabes, son grandes embusteros, y sus invenciones tienen con frecuencia ese aire de malicia socarrona y de falsa inocencia que es fácil de advertir en la broma de tu hija... Con más, que nada se adelantaría con interrogarla... porque, en ese caso, sostenga la niña su mentira o la retire, se queda uno como estaba... Por consecuencia, me parece lo mejor pasar por alto la falta de la niña, olvidar mi exceso de celo... bastante comprensible, por otra parte... y darme la mano.

Picaresca es en cierto modo La Regenta, lo que no excluye de ella la seriedad, en el fondo y en la forma, ni la descripción acertada de los más graves estados del alma humana. Y al propio tiempo, ¡qué feliz aleación de las bromas y las veras, fundidas juntas en el crisol de una lengua que no tiene semejante en la expresión equívoca ni en la gravedad socarrona!

El público asistía sonriente, con mirada socarrona a aquel ojeo, que ya se había repetido porción de veces sin resultado. La única que logró tener novio durante tres o cuatro años fue Jovita. Por eso fue también la que se despeñó de más alto. El galán era un estudiante forastero que la festejó mientras seguía los últimos cursos de la carrera.

El alguacil les recogía las varas y cayados, considerándolos armas ofensivas, incompatibles con el respeto al tribunal. Los empujaba luego hasta dejarlos plantados á pocos pasos de los jueces, con la manta doblada sobre las manos; y si andaban remisos en descubrirse, de dos repelones les arrancaba el pañuelo de la cabeza. ¡Duro! Á esta gente socarrona había que tratarla así.

Era el suyo un verdadero tipo militar, tostado por el sol, curtido por el aire, lleno de franqueza y no exento de cierta astucia socarrona; el gran chaleco que llevaba, el recio capote gris-acero, el tahalí, las charreteras, parecían formar parte de su persona. No hubiera sido posible imaginárselo de otro modo.

No era el de todas las noches: también él olía a chufas, y varias veces sus ojos, apartándose de la masa, se encontraron con la mirada bizca y socarrona del tirano. De él podía decir cuanto quisiera: estaba acostumbrado; ¿pero hablar de su novia?... ¡Cristo!... El trabajo resultaba aquella noche más lento y fatigoso.

Me place lo exquisito de esa literatura, aunque se acomoda mi ánimo mejor á los sabrosos desenfados de la nuestra. Y es que adoro nuestras formas castizas, nuestro «modo de hacer», el resplandor de nuestro ingenio solariego, la gracia ingenua, socarrona y admirable de nuestros grandes escritores.

Longino se acercó a ella, la saludó con socarrona finura y le dijo en voz baja, casi al oído: No sea usted tan dura y tan sin entrañas. No deje morir a quien se muere por usted de mal de amores. Déle la cita que humildemente le pide. Juanita dio un paso atrás, como quien se aparta de objeto que le inspira asco, y lanzó a Longino una mirada de soberano desprecio. Longino no la comprendió.