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De todas suertes, doña Camila se rodeó de precauciones pedagógicas y preparó a la infancia de Ana Ozores un verdadero gimnasio de moralidad inglesa. Cuando aquella planta tierna comenzó a asomar a flor de tierra se encontró ya con un rodrigón al lado para que creciese derecha. El aya aseguraba que Anita necesitaba aquel palo seco junto a y estar atada a él fuertemente.

Sin saber por qué, sintió la necesidad de deslumbrar con un embuste al simple lego, el cual parecía convencido de que la humanidad entera se interesaba por las cosas de la Orden, sin que ni un solo hombre ignorase dónde estaba el cuerpo de San Ignacio. ¡Ah! ¡El señor ha estado en Roma! exclamó el hermano mirándolo con cierta admiración, como si de repente creciese ante sus ojos.

Poco después de esta mudanza, deseosos los bárbaros de tener algunas herramientas, pasando el Guapay se ponían en celada escondidos en las matas, y aguardando la ocasión de la noche, asaltaban los villajes á los españoles, robando cuantos más cuchillos, hachas, azadones y otros pedazos de hierro podían, sin causar otro daño; pero como creciendo la codicia en los bárbaros creciese también la audacia, se atrevieron á coger á los campesinos, y matarlos á su salvo.

Nacieron de aquí la confianza y alguna familiaridad, hasta donde es lícito y decoroso que la familiaridad se entable entre una dama principal y una trabajadora plebeya; pero al fin, como doña Inés tenía que mostrarse a Juanita en paños menores para probarse corsés y vestidos, ¿qué mucho que la confianza naciese y creciese?

Mas como la hambre creciese, mayormente que tenía el estómago hecho a más pan aquellos dos o tres días ya dichos, moría mala muerte; tanto, que otra cosa no hacía en viéndome solo sino abrir y cerrar el arca y contemplar en aquella cara de Dios, que ansí dicen los niños.

Mas como la hambre creciese, mayormente que tenía el estómago hecho a más pan aquellos dos o tres días ya dichos, moría mala muerte, tanto que otra cosa no hacía en viéndome sólo sino abrir y cerrar el arca y contemplar en aquella cara de Dios, que ansí dicen los niños. Mas el mismo Dios, que socorre a los afligidos, viéndome en tal estrecho, trujo a mi memoria un pequeño remedio.

Cristeta no quería acostumbrarse a la idea de que su pasión creciese fuera de la Iglesia y a espaldas del Registro civil; pero aún le repugnaba más la posibilidad de perder a don Juan.

Un soldado hay, empero, cuya vara aparece más corta que las otras. «¡Miserable! le grita Facundo con voz aterrante , ¡ eres!...» Y en efecto, él era; su turbación lo dejaba conocer demasiado. El expediente es sencillo: el crédulo gaucho, temiendo que, efectivamente, creciese su varita, le había cortado un pedazo.

Olvidada yo de que nacía de una mentira, le vi nacer en con sorpresa y deleite, y le cuidé con esmero para que creciese y floreciese. Yo no niego ni afirmo la existencia de lo que llaman amor platónico; pero, si existe, hallo en él, mientras vivimos esta vida mortal y tenemos el alma en el cuerpo, y cuando son los que se aman mujer y hombre, un no qué de incompleto y aun de monstruoso.

19 Porque como por la desobediencia de un hombre muchos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno, muchos serán hechos justos. 20 La ley empero entró para que el delito creciese; mas cuando el pecado creció, sobrepujó la gracia; 21 para que, de la manera que el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por Jesús, el Cristo, Señor nuestro.