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Con esto caminé más de una legua que no topé persona. Iba yo entre pensando en las muchas dificultades que tenía para profesar honra y virtud, pues había menester tapar primero la poca de mis padres, y luego tener tanta que me desconociesen por ella. Y parecíanme a tan bien estos pensamientos honrados, que yo me los agradecía a mismo.

No hay mujer casada que no peque... Ya saben tapar bien esas señoras ricas. No me gusta, hija, que hables así de persona alguna y menos de esa. Yo me explico que no la quieras bien; pero observa que es inocente de las trastadas que te ha hecho su marido. Feijoo conocía a algunas personas de la familia de Santa Cruz.

Hombre tan serio como Palomino habla de un religioso de una santa cartuja a quien hubieron de quitar de la celda una imagen de María Santísima, de suma perfección, porque su mucha hermosura le provocaba a deshonestidad; y el P. Interian de Ayala exclama indignado: «Porque ¿a qué viene el pintar a la Virgen, maestra y dechado de todas las vírgenes, descubierta la cabeza? ¿A qué el cabello rubio esparcido y tendido por el blanco cuello? ¿A qué sin tapar decentemente aquellos pechos que mamó el Criador del mundo? ¿A qué, finalmente el pintar sus pies o totalmente desnudos o cubiertos con poca decencia?» . De modo que hasta la Concepción de Murillo, acaso la expresión más poética del arte católico, vino a ser sospechosa.

¡Sufrir... trabajar...! repitió el enfermo con amargura; ¡ah! facil es decirlo cuando no se sufre... ¡cuando el trabajo se premia!... Si vuestro Dios exige al hombre tanto sacrificio, al hombre que apenas puede contar con el presente y duda del mañana; si hubiese usted visto lo que yo, miserables, desgraciados sufriendo indecibles torturas por crímenes que no han cometido, asesinatos para tapar agenas faltas ó incapacidades, pobres padres de familia, arrancados de su hogar para trabajar inútilmente en carreteras que se descomponen cada mañana y que parece solo se entretienen para hundir á las familias en la miseria... ¡ah! sufrir... trabajar... ¡es la voluntad de Dios! ¡Convenza usted á esos de que su asesinato es su salvacion, de que su trabajo es la prosperidad de su hogar!

Era menester blanquear la cocina, tapar con yeso algunos agujeros y enormes grietas que por todas partes había, empapelar el gabinete, que iba a ser su alcoba, y pintar las puertas. Claro, me tiene tirria; ¿pues qué es él más que un servilón de los de Santa Cruz? Con todo, pienso decirle algo, porque en último caso, con dejarle el cuarto hemos concluido.

Por lo común, eran gentes desabridas y regañonas; y en sus peleas contra las veleidades de la baraja, siempre llevaban la parte más cruda unas cuantas viejas aristócratas, como si el ochavo que allí disputaban encarnizadamente alcanzara a tapar los descubiertos y trampas en que vivían, por culpa de sus despilfarros y disipaciones.

También recuerdo que al hablar hacía con los labios un mohín, un repliegue, un mimo, cuyo objeto era, o achicar con gracia la descomunal boca, o tapar el estrago de la dentadura, de cuyas filas desertaban todos los años un par de dientes; pero aquella supina estratagema de la presunción era tan poco afortunada, que antes la afeaba que la embellecía.

Si se pudiera tapar el boquete... Y ¿dónde está? ¿Por qué no nos habremos dado cuenta antes de este desastre? Podemos buscarlo. Hasta ahora no hay más que tres pies de agua, y... ¡Silencio! El Capitán se había inclinado hacia el agua, aguzando el oído. Hacia popa se oía un sordo murmullo, que parecía producido por una corriente de agua. ¡Aquí está! dijo . Baja, Lu-Hang.

El suicidio de su cuñado lo confundió, muy sencillamente, con los actos incomprensibles de la locura, actos que debía tapar el silencio. Uno de sus principios era precisamente la conveniencia de evitar el escándalo, y hasta las alusiones a cualquier suceso que no estuviera en el orden.

Aquí tenéis dijo como quien se apresura á dar una noticia agradable la provisión de capitán para el señor Juan Montiño. No era ya tiempo de tapar la boca al montero de Espinosa, y por otra parte, el padre Aliaga no se atrevía á dar ninguna señal de desconfianza al bufón del rey, que estaba en posición de verlo y oír todo desde detrás de la cortina de la alcoba. Tomó la provisión y la miró.