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Usted es la persona indicada para guiarme. JULIA. ¿De veras? ¿Ha visto usted obras mías...? DORA. ¡Naturalmente...! ¡En el Salón...! JULIA. Pues tiene usted muy buena vista, porque debo confesarle que no he acudido a ninguna Exposición. DORA. ¡Qué aturdida soy...! Yo he visto trabajos de usted en otra parte... En casa de Chose..., o de Machin... DORA. ¡Eso es! ¡Qué cosa tan bonita, Dios mío...!

Tienes razón, , ... Puede que te lo diga irónicamente, que estos señorones, muy curtidos en sociedad, emplean a menudo la ironía, y cuando parece que nos alaban, lo que hacen es tomarnos el pelo, como suele decirse... Por si el hombre va por derecho, y se ha prendado de ti con buen fin... que todo podría ser, Benina... se ven cosas muy raras... debes proceder con lealtad, y confesarle tus máculas, no vaya a creer Frasquito que la pureza de los ángeles del cielo es cualquier cosa comparada con tu pureza.

Acudieron luego sus amigos a favorecerle, condolidos de su miseria y lastimosa desgracia; y, dejando don Quijote a Rocinante, acudió a favorecerle y le tomó en sus brazos, y halló que aún no había espirado. Quisiéronle sacar el estoque, pero el cura, que estaba presente, fue de parecer que no se le sacasen antes de confesarle, porque el sacársele y el espirar sería todo a un tiempo.

He de confesarle, Antoñita, que sentí un impulso de cólera al ver que aquel hombre, que mientras vivió su hija no se separaba de ella, me la disputaba ahora hasta en el sepulcro. »Me apoyó en un ciprés y resolví aguardar a que él se hubiese marchado.

«Las doce, había dicho el sereno, ¡ya era mañana! es decir, ya era hoy; dentro de ocho horas la Regenta estaría a sus pies confesando culpas que había olvidado el otro día». ¡Sus pecados! dijo a media voz el Provisor, con los ojos clavados en la llama del quinqué ¡si yo tuviese que confesarle los míos!... ¡Qué asco le darían!

Ahora que las circunstancias se han combinado para libertarme de este modo, voy a confesarle todo respondió después de una breve pausa. Su cara habíase puesto carmesí, y, mirando hacia la puerta, se cercioró primero de que estaba cerrada.

Sería interesante saber si después de esta vida hay otra, como dicen... Pero, en realidad, debo confesarle a usted que aquellos vestidos dorados de los curas, aquel doblarse y levantarse, aquellas vueltas en redondo y aquel ir y venir de una punta a otra del altar estará muy bien, pero no me parece serio. Pues yo no lo encuentro nada risueño afirmó el pintor con el mismo ensimismamiento.

Rafaela no se lo podía ni se lo quería decir a Madame Duval, por juzgar sobrado sublime su secreto para hacer partícipe de él a tan vulgar personaje. Ni podía ni quería tampoco confesarle al Padre García, por considerar su secreto profano y por no ver en él culpa acompañada de arrepentimiento. Rafaela, no obstante, sentía la necesidad de desahogar con alguien su corazón, hablando de sus penas.

No admito que una empresa comenzada se quede sin terminar, á menos que no se demuestre que es imposible. Pero usted no sólo no ha retrocedido sino que acepta todas las dificultades con la calma de un hombre resuelto. Su valor de usted es extraordinario. Marenval bajó la cabeza. No me coloque usted tan alto en su estimación. Debo confesarle que, en el fondo, he dudado más de una vez.

Jacobo, irritado también por la burla de Pérez Cueto, acosado por los reproches de Currita y temeroso de perder la amistad, para él indispensable, de esta, viose al fin forzado a confesarle toda la verdad, con el fin de aplacarla...