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«No basta ser bueno decía para gobernar una diócesis. Ni los poetas sirven para ministros, ni los místicos para Obispos». Esta opinión era la más corriente entre el clero del Obispado. Los señores de la junta carlista creían lo mismo. ¡Jamás habían podido contar para nada con el Obispo! ¿Qué resultaba de aquella excesiva piedad?

Sólo entonces pude observar que estaba dotado de una amabilidad exquisita y de una vasta instrucción, y que, a una excesiva modestia, se unían en él un ingenio fino y sumamente delicado, un carácter noble, pensamientos elevados y generosos... en una palabra, una multitud de buenas cualidades, que habían permanecido ocultas, y que ahora brillaban en todo su esplendor.

La excesiva confianza, el trato sobrado familiar dañaría a su prestigio; no iría al Vivero. Y buenas ganas se le pasaban, eso ; porque aquel señor Mesía se había vuelto a pegar a las faldas de la Regenta, y ya empezaba don Fermín a sospechar si tendría propósitos non sanctos el célebre don Juan de Vetusta.

Desde que el primo Agustín emigró a Burdeos, los de Bringas no iban al teatro sino de tarde en tarde, ocupando localidades de amigos enfermos o de aquellos que se aburrían de la repetición excesiva de una pieza dramática. No recuerdo si eran los lunes o los martes cuando Milagros hacía la gracia de quedarse en casa.

Hallaba Pedro con asombro que el atrevimiento desvergonzado y celebración excesiva a que se reduce, casi siempre pagado deprisa y con usura por las mujeres, todo el arte misterioso de los enamoradores, no le eran posibles ante aquella niña recién salida del colegio, que con franca sencillez, y mirándole en los ojos sin temor, decía en alto como materia de general conversación lo que con más privado propósito dejaba Pedro llegar discretamente a su oído.

Al proponernos un fin debemos guardarnos de la presuncion y de la excesiva desconfianza. Sea cual fuere su carrera, su posicion en la sociedad, sus talentos, inclinaciones ó índole, nunca el hombre debe prescindir de emplear su razon, ya sea para prefijarse con acierto el fin, ya para echar mano de los medios mas á propósito para llegar á el.

Por lo demás esta atribución de excesiva ternura y aquellas cualidades afectuosas puestas de relieve por Magdalena, no se concordaban muy bien con la frialdad de las apariencias que resultaban de las heladas maneras de Julia. Estaba cansado de hacer conjeturas cuando diversos incidentes que no le digo a usted me abrieron los ojos por completo.

Si por excesiva condescendencia, primero, y después por una distracción de usted, estuvo Nieves a punto de perecer, y usted la salvó con riesgo de la propia vida, ¿qué mil demonios le ha quedado a deber al señor don Alejandro ni al lucero del alba tampoco?

Digo esto, no solo para explicar lo que pasa en mi espíritu, sino tambien para prevenir al lector contra la excesiva confianza en estas materias, sea cual fuere la opinion que se adopte.

Es digno de notar, como prueba del espíritu de independencia que predomina en el país en materia de religion, que recientemente la Cámara electiva del Estado rechazó, por una gran mayoría de votos, un concordato que el Gobierno habia celebrado con la corte romana, que admitia en los negocios eclesiásticos del país una intervencion excesiva de parte de la autoridad romana y sus obispos.