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Iba a salir del cuarto, cuando notó en el suelo un papelito doblado que había sido empujado por la puerta cuando él la abrió. Desdobló el papel y leyó estas líneas escritas en lápiz con mano trémula. «Elena, parto para salvarte. Suceda lo que suceda, no temas nada. Mi promesa será cumplida. Dentro de dos horas quedarás libre para siempre

Desdobló, pues, el luengo papel, tosió limpiando el gaznate, se atusó los largos bigotes, y con voz cavernosa y retumbante dio principio a la lectura de una sarta de endecasílabos cojos, mancos y lisiados, tan rematadamente malos como obra que eran del mismo personaje que los leía.

Cosmético, no... yo se lo juro respondió Frasquito con lánguido acento, sacando de su boca las palabras como con un gancho . Lo gasté... pero no en eso... Tenía que pro... pro... si lo diré al fin... que proporcionarme una foto... grafía». Rebuscó en el bolsillo de su gabán, y de entre sobadas cartas y papeles, sacó uno que desdobló, mostrando un retrato fotográfico, tamaño de tarjeta ordinaria.

Luego entonaba graciosa serenata, compuesta de lágrimas de cocodrilo y arrullos de paloma. Pero la marquesa no ponía atención y seguía rebuscando. «¿Qué será estopensó al tomar un paquetito atado con cinta de color de rosa. Desdobló el paquete y vio un collar de perlitas, con un papel que decía: «Para mi hija. Le suplico que sea buena y rece por ». La marquesa lloraba de nuevo.

Quevedo, que tenía siempre valor para dominar las situaciones más difíciles, que no desatendía jamás ninguna circunstancia por ligera que fuese, se acercó á la mesa, desdobló el papel y le leyó: «Don Juan decía : He tenido la desgracia de conoceros y de que no me améis: mi vida es demasiado horrible para que yo la conserve, y me habéis hecho demasiado daño para que yo quiera vengarme de vos; me he vestido de boda para acudir á vuestra cita; de esa cita saldré envuelta en una mortaja; sois noble y generoso, y el único medio que tengo para que no me olvidéis jamás, es morir en vuestros brazos; cuando leáis este papel, habré muerto ya; os amo, os amo tanto, que todo por vos lo pierdo; hasta mi alma; que no me olvidaréis nunca, mientras viváis, y quiero mejor vivir muerta en vuestro pensamiento, que vivir muriendo lejos de vos, abandonada, despreciada por vos; que mi recuerdo no os haga infeliz; amad... amad mucho á vuestra esposa, porque si os ama como yo os amo, y un día se ve desdeñada por vos como yo me he visto, morirá como yo muero.

Ni siquiera se dio cuenta de que Carolina se había escurrido de la sala, y de su bullicioso regreso, llevando en la mano el periódico de la noche, húmedo aún. Con la presencia de la niña volvió Lady Clara en y a los apuros del presente. La señora de Galba cerró maquinalmente los postigos, encendió las luces y desdobló el diario.

¿Conmigo? exclamó el diplomático estupefacto y en tono de protesta. ¿A título de qué? A título de padre respondió fríamente el notario. Raúl paseó sus ojos extraviados del semblante impasible del uno a la bella y triste cara de la otra. Esto es una locura, dijo. El digno notario desdobló un papel amarillento con el sello de Inglaterra.

Este se sentó, sacó del bolsillo interior de su levita unos papeles, los desdobló y los puso sobre sus rodillas; se sonó en seguida estruendosamente la nariz por dos o tres veces, dobló su pañuelo con una sola mano alrededor del puño y lo depositó en su bolsillo, como un hombre habituado a todas esas añagazas y posturas preliminares de los discursos.

Concedióselo la señora con ademán soberano, y acto continuo el poeta sacó del bolsillo interior de su levita un pliego de papel de barba que desdobló con mano temblorosa. No se oía en el gabinete una mosca. «A la esclarecida señora D.ª Fredesvinda BejaranoEra una oda en que se la ensalzaba hasta las nubes, presentándola como una protectora de las bellas artes, una nueva Cristina de Suecia.

Después que hubo pasado la moneda de mano en mano por todas las del grupo, y que todas las personas que le componían la hubieron mirado y remirado y hecho sonar contra las piedras, Andrés se volvió á apoderar de ella, y reclamando la atención de toda su familia, desdobló la carta que también le dió don Damián, y leyó en ella, con mucha seguridad, aunque con bien poco sentido gramatical, lo que sigue: «Señor don Frutos Mascabado y Caracolillo.