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Ocupaba con su hijo un pequeño camarote en la cubierta más honda del castillo central. En otro inmediato vivía el maestro Eichelberger, que no se retiraba hasta cerca del amanecer. Ella iba a dormir con sus recuerdos, a soñar con Fernando. Se llevaba a su profundo refugio la felicidad de la mejor noche de su vida. Lo juraba... «Y ahora, adiós

Se encoge de hombros con expresión desdeñosa, tiende otra vez la mano a su amigo y se aleja haciendo sonar las espuelas. Tres minutos más de camino y llega al extremo de la aldea. Allá abajo está la iglesia, un poco desmoronada la pobre vieja.

¿Empleada de Correos? Empleada de Correos. Por cierto que he creído ver una figura nueva al pasar por delante de la oficina; un militar... Es su hijo adoptivo... un pariente... el capitán Raynal. El conde de Candore hizo sonar la lengua con expresión de duda. ¿Crees en los hijos adoptivos, tío? El anciano respondió con cierto dejo de severidad: , sobrino, como en los hijos abandonados.

Sólo la mente, mejor que los oídos, escuchaba un rumor solemne, una música grave y melodiosa, como el himno que las esferas entonan sin cesar al Eterno. Poco á poco fué entrando el vértigo en el alma de Laura. Un deliquio voluptuoso, dulcísimo, se apoderó de sus sentidos, dejando despierta tan sólo la fantasía; y empezó á soñar.

Todas las revoluciones resultaban defectuosas é ineficaces al quedar sometidas á una revisión científica, y no obstante habían engendrado los mayores héroes individuales, los más asombrosos movimientos colectivos de la Historia. «¡Creer!... ¡Soñar! seguía cantando en su cerebro la voz misteriosa . ¡Tener un ideal!...»

Al sonar el último cañonazo, el loco desapareció. ¿Dónde se había refugiado? He aquí lo que cuentan a este propósito las gentes de Tiefenbach: En aquel tiempo vivían en el Bocksberg dos seres singulares, dos hermanas: una llamada Catalina la Pequeña, y la otra Berbel la Grande.

Su sangre se enardeció de nuevo, y su espíritu, inflado otra vez con el viento de la honra, volvió a soñar en los triunfos y loores de la vida y en todas las hazañas que él hubiera podido realizar por el mundo.

Me hallaba hacía media hora, sumergido en una especie de entorpecimiento, cuya somnolencia uniforme me presentaba la ilusión de suntuosos festines y campestres fiestas, cuando el ruido de la puerta que se abría, me despertó sobresaltado. Creí soñar aún, viendo entrar á la señora Vauberger con una gran bandeja sobre la que humeaban dos ó tres odoríferos platos.

Rafael se estremeció en los brazos de su amante como si despertase. Debe ser tarde. ¿Cuántas horas estamos aquí? , muy tarde contestó Leonora con tristeza. Las horas de placer van siempre al galope. La obscuridad era densa: había desaparecido la luna. Cogidos de la mano, guiándose a tientas, llegaron a la barca y el chapoteo de los remos comenzó a sonar río arriba sobre la negra corriente.

La vieja, no encontrando a mano otro remedio, la daba de beber y el agua caía en el estómago ruidosamente, como en el fondo de una vasija: chocaba en las paredes del esófago paralizado, haciéndolas sonar como si fuesen de pergamino.