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Javier tosió, y leyó las listas de los personajes de la tragedia, seguida de la retahila de tribunos, lictores, centuriones, patricios, pueblo, esclavos. Después relató la decoración, que era la plaza pública, sitio de confidencias, de citas, de discursos, de secretos, de escándalos, de juicios, de todo. Luego empezó el acto.

El confesor continuó con una sonrisa dulce: Y ese señor ingeniero que te ha trastornado el seso, será poco más ó menos como tu tío el médico. ¡Ay, no, Padre! se apresuró á decir Pepita aprovechando la ocasión para defender á su novio. es muy buen católico: me lo dijo el otro día cuando hablamos en el jardín. ¡Hum, hum! tosió el jesuíta ¿Dónde ha estudiado?

Felizmente su familia se había quedado en casa, por no querer Julieta salir de ella. Pálido como la muerte, y trémulo de espanto, se levantó don Simón de su banco, y se apoyó con ambas manos en el delantero. Quiso hablar y le faltó la voz. Pidió por señas un vaso de agua, y mientras se le traían, se limpió la boca con el pañuelo; tosió e hizo cuanto es de rigor en casos de angustia semejante.

El chimpanzé y el gorila suelen constituir familia. La exhibición de este preciosísimo dato le dejó tan satisfecho que, en el exceso de su alegría, tosió dos o tres veces de un modo modesto, indicando que estaba dispuesto a rechazar toda enhorabuena. Acto continuo echó mano a la botella de agua, se escanció un vaso y lo apuró lentamente con majestuoso ademán, a fin de serenarse.

En la platería donde se hospedaba Plácido Penitente, se comentaban tambien los acontecimientos y se discutían con cierta libertad. ¡Yo no creo en los pasquines! decía un obrero delgaducho y seco á fuerza de manejar el soplete; ¡para es obra del P. Salví! ¡Ejem, ejem! tosió el maestro platero, hombre muy prudente que, temiendo pasar por cobarde, no se atrevía á cortar la conversacion.

Sopló una brisa helada del lado de popa que hizo estremecer a las damas, vestidas ligeramente. Mina tosió, llevándose las manos a los brazos y al pecho, casi desnudos, sin otro abrigo que el calado sutil de una blusa blanca. La súbita frescura le hizo imitar a algunas señoras que iban a sus camarotes en busca de un abrigo.

El capellán bajaba la vista según costumbre, y fingía doblar la servilleta; mas de improviso, sintiendo uno de aquellos chispazos de cólera repentina y momentánea que no era dueño de refrenar, tosió, miró en derredor, y soltó unas cuantas asperezas y severidades que hicieron enmudecer a la asamblea.

Bien que, siendo republicano, no hay para qué añadir que es un joven excelente. D. Lino tosió otras tres veces y dejó trascurrir bastante espacio entre la tos y el discurso. ¿Qué se os alcanza á vosotros todavía sobre los altos asuntos de la política? Pero, D. Lino, ese argumento no tiene fuerza, porque... Espera, hombre, espera; déjame terminar; los jóvenes sois muy precipitados.

Solo don Custodio, el liberal don Custodio, por su posicion independiente y sus altos cargos, creyó deber atacar un proyecto que no venía de él ¡aquello era una usurpacion! y tosió, se pasó las manos por los bigotes y con su voz importante y como si se encontrase en plena sesion del Ayuntamiento, dijo: Dispénseme el señor Simoun, mi respetable amigo, si le digo que no soy de su opinion; costaría muchísimo dinero y quizás tuviésemos que destruir poblaciones.

De repente empezó á lanzar violentas carcajadas: «¡Ah, mister Castro!...» Le parecía tan chistosa la suposición de mister Castro, que tosió, asfixiándose de tanto reir, y fué en busca de un nuevo whisky para recobrar su serenidad. Volvieron los dos amigos al salón de Las Gracias florentinas.