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Mas al terminarse el acto, cuando el célebre ¡Ah maledetto! del tenor, el tío Manolo tuvo la desgracia de soltar un gallo. Nunca había dado las notas altas muy claras y las temía mucho. En el auditorio se levantó un leve murmullo, al cual siguió un estrepitoso aplauso en testimonio de simpatía y perdón. Rivera, sin embargo, se desconcertó completamente y cantó lo que quedaba rematadamente mal.

Esa doña Clara es una tal, que sólo va donde puede sacar, y vuelve las espaldas a una persona decente al verla en un apuro. Nuestra situación es muy mala, rematadamente mala.

Pero yo imagino que toda la industria del señor bachiller no ha de ser parte para volver cuerdo a un hombre tan rematadamente loco; y si no fuese contra caridad, diría que nunca sane don Quijote, porque con su salud, no solamente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza, su escudero, que cualquiera dellas puede volver a alegrar a la misma melancolía.

Ella, después de mirar á un lado y á otro para convencerse de que su padre estaba lejos, dijo en voz baja, imitando el acento del norteamericano: ¡Gringo chapetón! ¡grandísimo torpe!... Si que me has hecho daño, y el lazo lo tiras rematadamente mal... Pero de todos modos me enganchaste con él, y como yo juré que sólo así conseguirías tenerme otra vez... aquí me tienes.

La verdad es que Sandy, en las tranquilas profundidades de su conciencia, estaba persuadido de que los rayos del sol le eran benéficos y saludables; además, desde la niñez, se había negado a echarse con el sombrero puesto; sólo los rematadamente locos llevaban siempre sombrero; y, por último, su derecho a prescindir de él cuando le diese la gana le era inalienable.

Ella lo ha advertido tan pronto como yo y en todos sus actos ha mostrado toda la bondad y la abnegación de que su alma es capaz. »Amaury es el único que ignora todo esto; él no ha sabido ver nada. En verdad hay que convenir en que el hombre a veces es rematadamente ciego.

Eran las de López las que llamaban; unas «perchas », según Amparito, a las que caían rematadamente mal los vestidos lujosos y recargados con que las obsequiaba el papá a cada operación afortunada en la Bolsa. ¿Ya se han arreglado ustedes? añadió una de ellas, sonriendo de un modo que picó la susceptibilidad de Amparito.

Con esta brusca interrupción del marino se hizo el silencio. Catalina puso un gesto triste, como si temiese que se reprodujeran ante Febrer las ruidosas escenas que había presenciado muchas veces al discutir los dos hermanos. Don Benito levantó los hombros y habló sólo para Jaime. Su hermano estaba loco: un corazón de oro, pero loco, rematadamente loco.

En los que escuchado le habían sobrevino nueva lástima de ver que hombre que, al parecer, tenía buen entendimiento y buen discurso en todas las cosas que trataba, le hubiese perdido tan rematadamente, en tratándole de su negra y pizmienta caballería.

Dio comienzo el acto segundo. Clotilde tenía algunas escenas patéticas: al comenzarlas se produjo un poco de ruido en el público y esto bastó para que se desconcertase y lo hiciese rematadamente mal, como nunca lo había hecho en su vida. Oyéronse no pocas toses y fuertes murmullos de impaciencia.