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La vio cómo inclinándose cariñosamente sobre la hortelana enferma, abría un pequeño saco de raso que le presentaba su doncella; y rebuscando entre brillantes baratijas y bordados pañuelos sacaba la mano llena, brillando la plata entre sus dedos.

¡Salve, cristiana amazona que tras de tantos afanes dió el ilustre Magallanes de mi España a la corona! Si blasona tu pecho de real nobleza, rica perla de dos mares, no desdeñes los cantares con que ensalzo tu grandeza. Movido de anhelo santo, voy rebuscando en tu historia los anales de tu gloria, copiándolos en mi canto.

Oponíanse a esto otras doctrinas, afirmando que en el planeta era más el espacio ocupado por el mar que el de la tierra firme; pero Colón, como todos los que se sienten poseídos de una idea fija desechaba lo que no parecía de acuerdo con su opinión, rebuscando nuevos y extraños argumentos para afirmarla.

Al principio, una contrariedad profunda, un verdadero pánico doméstico se apoderó de su espíritu ante la ocupación inesperada de su vivienda, y perdió mucho tiempo buscando y rebuscando en su memoria el involuntario ademán o la frase imprudente que hubieran podido provocarla. Sólo para él mismo era obscura la razón.

Necio fuera, señora, en tal momento, rebuscando un concepto pretencioso digno de honrar sujeto tan glorioso, esforzar el indócil pensamiento. Permitid que, de tal martirio exento, vuele desatinado y caprichoso para expresar cuán grande, cuán hermoso es el placer que al escucharos siento.

En uno, el traje y el peinado a la moda de 1850, pero, sobre todo, la pintura, lamida como rebuscando finezas, delataban la mano de uno de aquellos artistas que conservaron reminiscencias del estilo elegante de don Vicente López, sin haber adquirido el vigor de los buenos pintores contemporáneos nuestros.

Y rebuscando en el saco de sus herramientas, escogió una hoz, la atravesó en su faja y salió de la vivienda, sin que Pimentó intentase atajarle el paso. A tales horas nada malo podía hacer el viejo: que durmiese al raso, si tal era su gusto. Y el valentón, cerrando la barraca, se acostó.

La pobre Alemania no hacía mas que defenderse... Repitió Ferragut todo lo que había escuchado en casa de la doctora, para terminar con tono de reproche: ¿Y estás al lado de los ingleses, Tòni? ¿, un hombre de ideas avanzadas?... Se rascó la barba el piloto con una expresión de perplejidad, rebuscando las palabras fugitivas. No ignoraba lo que debía responder.

Sus amigos no le vieron ya mas que en el Ateneo leyendo revistas, o en la Biblioteca Nacional rebuscando datos para ciertos eruditos y académicos, que le daban por este trabajo una exigua retribución. De vez en cuando, algún amigo le pasaba un libro para traducir, quedándose con la mitad del precio.

Necesitaba saber cómo había sido su desgracia, conocerla detalle por detalle, rebuscando entre las palabras inmóviles y secas del telegrama la vibración de aquella catástrofe, sin interés para el resto de los humanos, pero la más grande que podía ocurrir en el mundo para la madre y para él.