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Cuando lo sublime corre sin freno, suele tropezar en lo ridículo y caer en la caricatura. ¿Qué no puede, sin embargo, el brioso ingenio nativo, aunque se lance y se despeñe por los más extraviados vericuetos? Barroca, caricaturesca es la oda titulada El monstruo.

El señor de Sieboldt me hacía admirar su enciclopedia japonesa en noventa y dos tomos, o me traducía una oda del Hiah-nin, obra valiosísima que había sido publicada bajo los auspicios de los emperadores japoneses, y donde están las biografías, los retratos y fragmentos líricos de los cien poetas más famosos del Imperio.

Quien desee formar una idea de la profunda antipatía que tenían los españoles á los ingleses, puede leer la Dragontea y la Corona trágica, de Lope, y la Oda al armamento de Felipe II contra Inglaterra, de Góngora.

Como muestra de su ingenio i arte en versificar i como clarisima prueba de lo que llevo dicho, traslado á este lugar una oda que compuso en alabanza de la quietud i soledad del campo.

Esto último era lo más probable y lo que más convenía a los planes de Cármenes, el cual desde el domingo de Ramos tenía a punto de terminar una larguísima composición poética en que se cantaba la muerte del ateo felizmente restituido a la fe de Cristo. La oda elegíaca, o elegía a secas, lo que fuera, que Trifón no lo sabía, comenzaba así: ¿Qué me anuncia ese fúnebre lamento...?

No diré nada, pues corre en manos de todo el mundo, de su famoso discurso sobre el modo de combinar las tes y las des en el metro de Arte Mayor, el cual le alzara á los cuernos de la luna, si antes, para gloria de España y enaltecimiento de propio, no hubiera escrito y dado á la estampa la nunca bastante encarecida Oda á la invención de la pólvora, en que llamaba á este producto químico atmósfera flamínea.

Ya lo dijo Rafael ; ya que ha escrito una oda contra el trono bajo el seudónimo de la Tiranía. ¡Pobre tiranía! dijo el general ; de árbol caído todos hacen leña: ¡ya recibió la coz del asno!

Esta oda, que empezaba: «¡Oh dulce religión inmaculadaera inspiradísima y fue recibida con vivas muestras de aprobación. El banquete terminó de noche cerrada. A las seis, el sacristán y algunos empleados del municipio comenzaron a iluminar los farolillos a la veneciana del Campo de los Desmayos, de tal modo que a las ocho estaban casi todos encendidos. La velada se presentó muy alegre.

Ese camino es el de la cavilación científica, del severo meditar, de los argumentos, antinomias y silogismos, del método lógico, ya subiendo por el análisis, ya bajando desde la síntesis, operaciones todas contrarias por naturaleza a la poesía: la cual no puede construir ese palacio encantado, ora sea de la verdad, ora del sofisma deslumbrador, sin que esto se oponga a que entre en él cuando esté ya construido, y le célebre en un himno, en un ditirambo, en un epinicio, o en una oda colosal.

Nombren al ruin... dijo Amaranta, viendo aparecer en el salón al poeta de los chistes. Arriaza, Arriaza exclamaron diferentes voces salidas de distintos lados de la estancia . A ver, léanos usted la oda <i>A Pepillo</i>. Atención, señores. Es de lo más gracioso que se ha escrito en lengua castellana. Si el gran Botella la leyera, de puro avergonzado se volvería a Francia.