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No sabemos cómo se habló de Arturito y se lamentó su muerte. Don Joaquín se conmovió, hizo tres o cuatro pucheritos y se le saltaron las lágrimas. Toda mi vida exclamó , conservaré como recuerdo una prenda suya, que, sin duda, Madame Duval llevó a la alcoba de mi mujer, donde yo la encontré hace dos o tres días. Esta es la prenda.

Apartado el espíritu de la naturaleza, ¿qué se puede esperar sino lo que veo y lamento ahora? O el delirio que toma la nada por el principio del ser, o la vileza, el rebajamiento, la impura grosería y el brutal apetito de goces materiales, triunfantes en la naturaleza, en la sociedad y en todo pensamiento, cuando el espíritu los abandona.

Esto último era lo más probable y lo que más convenía a los planes de Cármenes, el cual desde el domingo de Ramos tenía a punto de terminar una larguísima composición poética en que se cantaba la muerte del ateo felizmente restituido a la fe de Cristo. La oda elegíaca, o elegía a secas, lo que fuera, que Trifón no lo sabía, comenzaba así: ¿Qué me anuncia ese fúnebre lamento...?

Doña Blanca se lamentó del mucho tiempo que el padre había estado sin venir de Villabermeja, y todos le hicieron coro. Se trató de que el padre tomase algo hasta la hora de comer, y el padre no quiso tomar nada, salvo asiento cómodo.

Como el cazador persiguiendo su presa, como el soldado dedicado á matar á sus semejantes, el cortador de árboles enloquece en su obra de destrucción porque siente tener ante á un sér vivo. El tronco gime por la mordedura del acero, y su lamento se repite de árbol en árbol por todo el bosque, como si participaran de su dolor y comprendieran que el hacha se volverá contra ellos también.

Con pasmosa serenidad y reposo, aunque harto previó las fatales consecuencias que podía tener aquel encuentro, Morsamor se adelantó hacia el personaje que había entrado y le dijo: Mucho lamento, señor Pedro Carvallo, pues la luz de las bujías os da de lleno en la cara y os he reconocido, que la casualidad nos reúna aquí donde y cuando los dos esperábamos encuentro más grato y suave.

Créame, usted será la primera en agradecerme la manera como organice todo para nuestra mayor comodidad. No es la idea de librarme de su afectuosa tutela la que me induce a hacerle este ruego; lamento igualmente que usted haya podido suponerlo repuso la joven algo entristecida, pero, ¿se tiene jamás la seguridad de conservar una fortuna? ¿Quién conoce el porvenir?

Otras veces, en otoño, Marcos tendía unas redes sobre la maleza, en las que cogía los zorzales que acudían al engaño; por último, la torre le servía también de leñera. ¡Cuántas veces Hexe-Baizel, cuando el viento norte soplaba con tal rigor que parecía arrancar la piel a los bueyes, y cuando el ruido, el crujir de las ramas y el lamento agudo de los bosques de alrededor subían a las alturas como el clamor del mar embravecido, cuántas veces Hexe-Baizel había estado a punto de ser arrebatada por el huracán hasta la montaña de Kilberi, que se halla enfrente!

Pausado, implacable, lento su toque a cada momento resuena como un lamento pregonando la hora única en extraña rima rúnica, y parece que sintiera intenso placer diabólico en este toque simbólico de muerte y desolación.

7 Y todas sus esculturas serán despedazadas, y todos sus dones serán quemados en fuego, y asolaré todos sus ídolos; porque de dones de rameras se juntó, y a dones de rameras volverán. 8 Por tanto lamentaré y aullaré, y andaré despojado y desnudo; haré gemido como de dragones, y lamento como de los hijos del avestruz.