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Al alejarse Enriqueta de mi lado experimenté un triste vacío dentro de mi alma. A los pocos momentos se cerraba su camarote. Dormí aquella noche, pero no cual la anterior: soñé que Enriqueta y yo arrancábamos juntos las gramas de la tumba de su padre. Al amanecer del día 7 teníamos á la vista un extenso caserío.

Nunca, estimada señora y bondadosa amiga, soñé con ser escritor popular. No me explico la causa, pero es lo cierto que tengo y tendré siempre pocos lectores. Mi afición á escribir es, sin embargo, tan fuerte, que puede más que la indiferencia del público y que mis desengaños.

Anoche soñé una cosa.... ¿Qué? La diré.... No; ¡mejor es callar! Hable usted, tía. Soñé que te habías enamorado de.... Gabriela. ¿De Gabriela? ¡Si, de esa señorita que es tan buena, tan amable, tan elegante, tan inteligente, tan linda, y... tan rica! No, tía. Mi corazón tiene dueño. ¿Y quién es? Ese es mi secreto. ¿Secreto? Secreto. Mira, Rorró; a no me engañas.... ¡Ah!

Mudo testigo que recuerdas hechos y edades pasadas ¡Cuántos lances has mezclado en tus murmullos! ¡Cómo han corrido mis pensamientos tras de tus ondas! Aquí me tienes otra vez, fuente deliciosa. Yo soy aquél que en otro tiempo turbaba tu tranquilidad, con regocijo infantil. Yo soy quien a la sombra de los árboles que te rodean, soñé con la gloria cuya senda veo hoy oculta por negros nubarrones.

Cuando la severidad estoica de Kant inspira, simbolizando el espíritu de su ética, las austeras palabras: «Dormía y soñé que la vida era belleza; desperté, y advertí que ella es deber», desconoce que, si el deber es la realidad suprema, en ella puede hallar realidad el objeto de su sueño, porque la conciencia del deber le dará, con la visión clara de lo bueno, la complacencia de lo hermoso.

Sólo me acuerdo de que vi a la Pura y Limpia, y después quise entrar en la iglesia y coger al Santísimo Sacramento... soñé que me comía la hostia... Nunca me ha dado un toque tan fuerte, chica... ¡Qué cosas se le ocurren a una cuando se sube el mengue a la cabeza!

Porque todo cansa, Julio, hasta la poesía del silencio. ¿Cómo le gusto más? ¿Silenciosa o habladora? Créame que estoy azorada y que me desconozco. No me soñé nunca semejante conversación. No haga caso, Julio. Hablo así por la alegría de volver a conversar con usted. Y sin embargo desea, me lo ha dicho, que llegue Adriana. ¡Y usted también, Julio!

877 Aquella parda maldita me tenía medio afligido, y ansí; me había sucedido que, al decir "Estirpación", le acomodé "Entripación" y me cayeron sin ruido. 878 El recuerdo y el dolor me duraron muchos días; soñe con las herejías que andaban por estirpar y pedía siempre al rezar la estirpación de mis tías.

¡Y yo!... Te vi en la calle Imperial... no, digo, soñé que te vi. Yo te vi en la calle de la Magdalena. ¡Ah!, ... la tienda de tubos; muchos tubos. Aun con este lenguaje amistoso, no se rompió la reserva hasta que no salieron a la Ronda. Allí el aislamiento les invadía. El coche penetraba en el silencio y en la soledad, como un buque que avanza en alta mar.

Yo no soñé con que usted llegara a verla jamás; pero esta mañana, al coger de prisa el álbum, me olvidé de sacar de él el contrabando, como lo tenía pensado desde anoche; y le juro a usted a fe de hombre honrado, que no eché de ver el olvido hasta que fui a entregarle a usted el libro hace un momento.