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Sin embargo, don Benito tenía las debilidades mundanas de los galanteos y había luchado en vano por muchos años sin poder reaccionar contra ellas.

Pesaba sobre ellos, como cadena de insufrible presidio, la casta virtud ibicenca, el exclusivismo isleño, receloso para los forasteros. Allí no se bromeaba con el amor, no se perdía el tiempo en galanteos; o la indiferencia hostil, o el noviazgo honesto para casarse cuanto antes.

Así es que los galanteos de los jóvenes señores que me buscaban enojábanme, y de tal manera mostrábame yo con ellos impía e incapaz de amores, que acabaron por llamarme la niña de diamante: yo tenía en el alma al sin ventura Gaspar, y él la llenaba de tal manera, que no quedaba para otra pasión ni aun el lugar más mínimo; yo creía que esto era amor, y bien veo que amor no es, sino una pasión que yo no puedo decir cómo fuese, sino que tal como era, me quitaba el gusto y el deseo para cualquier otro afecto.

Pero cinco semanas después de esta muerte ya tenemos a Lope figurando en la comitiva de un viaje de Felipe III y la corte a Segovia, Burgos y Lerma y tratando de festejos y galanteos. Sin embargo, a principios de 1614 determinóse Lope a recibir órdenes sagradas.

Jamás sus compañeros habían visto a sus hijas tan cortejadas. ¿Sereu vint? preguntó. Los atlots tardaron en contestar, ocupados en cálculos mentales, murmurando nombres de amigos. ¿Veinte?... Más, muchos más. Podía contar con unos treinta. El payés extremó su falsa indignación. ¡Treinta! ¿Creían acaso que él no necesitaba descanso y que iba a pasar la noche en vela presenciando sus galanteos?...

Mostrábase ella risueña y desenfadada, como siempre, y aún más que otras veces, contestando con salidas ingeniosas y picantes a los galanteos, también picantes, de Suárez.

Dueña, pues, de misma y con sereno juicio; alegre por carácter, cortés por educación, y tomando a broma los galanteos y a diversión las flaquezas de los demás, no es extraño que en sus procedimientos, en su conducta y en su lenguaje, abundaran más las notas de color alegre, si vale el símil, que los tonos severos de las naturalezas profundamente sensibles y reflexivas.

Ella se irritó y hemos estado enfadados una semana entera, con motivo de ese Gerardo, que la corteja sin ocultarse. Encontraba yo que ella aceptaba y hasta buscaba imprudentemente sus galanteos y que se comprometía. Hícele la observación y ella la tomó con altanería e impaciencia. La acusé de ser una coqueta y de hacer doble juego, y ella se indignó, por lo que cambiamos palabras crueles.

Con presentarse muy hinchado y grave al lado de Lerma en las audiencias, piensa que ya tiene hecho todo lo que tiene que hacer para ser rey... pero á don Felipe III no se le conocen galanteos... tan devoto... tan asustadizo... buena fortuna sería, y estaríame yo sin venir á verte á tu casa, que ya nos veríamos fuera de ella, aunque fuese de año á año... ¡pero vamos! ¡es imposible!

La luz de la luna, que se alzaba iluminando el paseo de las Filas y el mar, la hora y la temperatura envidiable de una noche de verano, incitaban a amantes efusiones, o siquiera a galanteos, y hasta el ruido de la concurrencia se brindaba a ser cómplice de tiernas palabras pronunciadas a media voz; así lo comprendía Baltasar, que acompañaba a las muchachas, inamovible al lado de Josefina, y haciendo, sin escrúpulo, que sus hermanas llevasen la cesta.