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Eres el único hombre que he amado... No sonrías así: me da miedo tu incredulidad... El remordimiento va unido á mi pobre amor; ¡te he hecho tanto daño!... Odio á los hombres, ansío causarles todo el mal que pueda, pero existe una excepción: ¡!... Todos mis deseos de felicidad son para ti; mis ensueños sobre el porvenir tienen siempre como centro tu persona... ¿Quieres que permanezca indiferente al verte en peligro?... No, no miento... Todo lo que te diga esta tarde es la verdad; ya no podré mentirte nunca.

Poca gente halló el P. Visitador Zea en las Reducciones, porque apenas los indios habían levantado sus casas, y recogido algunas mieses para su manutención, cuando se partieron al punto á reconocer el país y sus confines y espiar las Rancherías de los infieles, porque ya que había sido costumbre antigua suya hacer guerra á los confinantas y tomarlos por esclavos, se valieron de eso los nuestros para dilatar la gloria de Dios y en provecho de aquellos infieles que vivían en las tinieblas de la muerte y de la infidelidad; persuadiéronles, pues, que fuesen por las Rancherías de los circunvecinos, pero sin causarles el menor daño ni en las vidas ni en la haciendas; antes bien, que con afabilidad y con otros buenos modos, les diesen noticias de Dios y de las cosas del cielo, enseñándoles el fin para que habían sido criados y vivían en el mundo, la necesidad de abrazar la ley de Cristo para ser eternamente felices, y que procurasen ganarse el afecto de alguno de ellos, para que sirviese de guía é intéprete á los Misioneros.

Dimana esta aflicción mía del sufrimiento moral que a usted y a su nieto, excelente joven, lleno de merecimientos, han de causarles estas líneas, triste revelación de mis frustrados deseos de servir a usted colmando los suyos. Hablé con Inesita. Hícela una narración de cuanto usted me dijo.

Ya que no pudo conseguir esto el buen cathecumeno, quiso que á lo menos en prenda de su promesa, le diese una pequeña cruz para traer al cuello y para muestra de otras que quería fabricasen sus vasallos, porque entendida la virtud de aquel santo Leño, quería ponerla en todas partes, para que por su respeto no osase el demonio causarles algún daño en la vida ó hacienda.

Sin embargo, sería ingrato si no reconociese el favor que me hacen mis feligreses en auxiliar mi pobreza con donativos de semillas y de otros efectos que, sin embargo, procuro que ni sean frecuentes ni costosos, para no causarles con ellos un gravamen que justamente he querido evitar, suprimiendo las obvenciones parroquiales, usadas generalmente.

Persuadido el capitan, no solo le dió 6, sino 50 españoles arcabuceros bien armados, encargándoles que fuesen con recato, cautela y solicitud, para librarse de los daños que podian causarles los indios que estaban á media legua de nosotros.