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Página 229. Digo yo el infrascrito D. Juan Jacinto Félix Vielsa, Rector y cura propio de la Real Capilla de S. Martin de el Real Palacio de la ALJAFERIA de la Ciudad de Zaragoza, en que residen los Sres.

Noticia individual de los Caciques, ó Capitanes Peguenches y Pampas que residen al Sud, circunvecinos á las fronteras de la Punta del Sauce, Tercero y Saladillo, jurisdiccion de la ciudad de Córdoba: como asimismo á la del Pergamino, Rayos y Pontezuela de la capital de Buenos Aires y Santa : el número que gobierna cada uno, y de los lugares y aguadas que ocupan, y distancias, los cuales se hallan situados sobre los caminos hollados; el de las Víboras descubierto por el Coronel D. José Benito de Acosta, y el Maestre de Campo D. Ventura Montoya en la expedicion que se hizo el año de 76, y el nuevamente descubierto, llamado el de las Tunas, por los Maestres de Campo Diego de las Casas y D. Ventura Echeverria, en la presente expedicion, y año de 79.

Sabe usted que las virtudes que uno pueda tener, arguyó gravemente el P. Sibyla, no son como los brillantes que pueden pasar de mano en mano, venderse y revenderse... residen en el ser, son accidentes inherentes en el sujeto...

Dignos sucesores han tenido y tienen para el cultivo de las ciencias históricas en los hermanos Oliver y en el doctor Berlanga; para la poesía, en Narciso Díaz de Escovar, Salvador González Anaya y Ramón A. Urbano, sin contar con los que residen en Madrid de asiento; y para la novela, en Arturo Reyes, que puede ya ponerse al nivel de nuestros mejores novelistas y autores de cuentos.

Entre la gente que baila y brujulea, se halla la gran mayoría de los forasteros que á la sazón residen en la ciudad; con lo cual queda dicho que el salón campestre, en los quince años que cuenta de vida, hase visto hollado por los pies más insignes que en aristocracia, belleza, política, ciencias, artes, literatura, armas ... y tauromaquia, ha producido y sostiene el suelo español.

Cualquiera de ellos tiene por oficio hacer relacion al padre general de todos los accidentes de Estado que sobrevienen en aquella provincia ó reino, de donde es asistente, lo cual cada uno hace con el medio de sus correspondientes, que residen en las ciudades mas principales de la provincia ó reino, los cuales diligentisimamente se informan del estado, de la calidad, de la naturaleza, de la inclinacion é intencion de los príncipes, y con todos los correos avisan á los asistentes de los accidentes de nuevo sucedidos.

De la manera que el cómitre, conociendo el tiempo favorable, con un silbo que da á los galeotes, todos bogan y hacen caminar la galera; así cuando en las quietes ó siestas de estos padres, que cada dia hacen el padre general y asistentes en Roma, se concluye que en su aprovechamiento conviene que tal sugeto tenga este oficio, ó la otra dignidad, avisa luego el padre general á los que residen en otras partes, y todos unánimes i conformes casi á un mismo tiempo hacen apretadas diligencias para que este tal consiga el cargo, en que pretenden ponerle; y muy ingrato seria el que obligado de esta manera, no gratificase á estos padres, sirviéndoles en las ocasiones que tuviesen necesidad de su ayuda, con el mismo afecto que ellos le favorecieron, y como este tal, ó estos tales, porque tienen muchos los padres Jesuitas, dependientes, por este camino se hallan mas obligados á ellos que al príncipe de quien recibieron el oficio ó grandeza, así con mayor voluntad y afecto les sirven que al mismo príncipe.

Al redactar este escrito me dejo llevar por un impulso involuntario, reconociendo lo poco que importa mi protesta y lo débil que es este alarde de patriotismo al lado de los que hacen y seguirán haciendo muchos generosos y nobles españoles, como, por ejemplo, los que residen en Méjico, y en la Península el sabio Obispo de Oviedo y el noble Marqués de Comillas.

Es que no hay allí nadie más que pueda hacerlo explicó. Ni una sola mujer. Es decir, como criada, porque no falta quien diga que... Pero es falso, sin duda. No importa, sepamos lo que dicen. Pues corre el rumor de que en el castillo habita una señora. Lo cierto es que Juan tiene que servir a los caballeros que allí residen ahora. ¡Pobre Juan! No dejará de hallarse muy ocupado.

Con el instinto infalible de los corazones generosos, comprendió que si aquella tierra no daba amor era porque hasta entonces sólo se había sembrado odio. Los afectos dulces residen en todo ser humano, como en todo cuerpo la electricidad: mas para hacerlos vibrar, precisa someterlos a una fuerte corriente de cariño por algún tiempo. Y esto fué lo que hizo D.ª Carmen con su hijastra.