United States or Liechtenstein ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y el posadero, detrás de la ventana, al verle alejarse a buen paso, se decía: ¡Qué pálido estaba cuando entró! No podía sostenerse sobre las piernas. ¡Es raro! Un hombre rudo, un veterano que se asusta de tan poca cosa. Por mi parte, ya puedo ver pasar cincuenta regimientos tendidos sobre los carros y me preocuparía tanto de ellos como de mi primera pipa.

Al volverse el posadero hacia ella, el singular recuerdo dramático centelleó claramente ante en un par de versos: Dos almas con un solo pensamiento y palpitando acorde el corazón... Se trataba de Ingomar y Partenia, su mujer. Ni más ni menos.

Se abrió la puerta y entró un viejo mendigo envuelto en una anguarina parda, con una de las mangas atadas y convertida en bolsillo. Dantchari el Estudiante le conocía y dijo que era un vendedor de canciones a quien tenían por loco, porque cantaba y bailaba recitándolas. Se sentó Ipintza, el Loco, a la mesa y le dió el posadero las sobras de la cena.

Estaba fatigado y de mal humor: un paseo de una docena de millas en coche a través de los pueblos circunvecinos nada pintorescos, y por entre pequeñas y económicas casas de labranza y otros edificios del campo que molestaban su delicado gusto, había dejado a este caballero en un pésimo estado de ánimo. Habría incluso evitado a su taciturno posadero a no acecharle en la entrada misma del hotel.

Materne se levantó y dijo secamente: Es hora de ponerse en camino; hay que estar en el bosque a las dos, y estamos aquí hablando tranquilamente como cotorras. ¡Hasta la vista, señor Dubreuil! Salieron los tres rápidamente, no pudiendo reprimir la cólera. ¡No olviden lo que les he dicho! gritó el posadero desde su asiento.

Detúvose Materne al salir del bosque, y dijo a sus hijos: Voy a bajar a la aldea para ver a Dubreuil, el posadero de La Piña. Y señalaba con el palo una amplia construcción blanca, cuyas ventanas, así como la puerta, se hallaban rodeadas de una franja amarilla, viéndose colgada de la pared una rama de pino a guisa de muestra.

Sin embargo, Materne estaba pálido. El posadero, que no se daba cuenta de nada, prosiguió: Ustedes tienen que temer más bien, por el bosque de las Baronías, a esos bandidos de Dagsburg, del Sarre y del Blanru que se han sublevado en masa y quieren volver al 93. ¿Está usted seguro? preguntó Materne haciendo esfuerzos por dominarse. ¡Estoy seguro!

A excepción del posadero Dubreuil, el más gordo y apoplético de los taberneros de los Vosgos, un hombre de vientre hinchado en forma de odre, que se sustentaba en los enormes muslos, de ojos redondos, de nariz chata, con una verruga en la mejilla derecha y una triple papada que le caía a la manera de cascada sobre el doblado cuello de la camisa, a excepción de este curioso personaje, sentado en un ancho sillón de cuero cerca de la estufa, Materne se encontraba solo.

Transcurrido algún tiempo, recibió Juan un recado del posadero, diciendo que el médico deseaba verlo abajo un momento. Al entrar en el mal iluminado salón, Juan observó la figura embozada de una mujer cerca del hogar y disponíase a retirarse, cuando una voz, que recordaba muy agradablemente, exclamó: ¡Oh! ¡no hay cuidado! El médico soy yo.

Algunos se colocaron inmediatamente en torno de la chimenea, con las piernas sobre las sillas, y en aquella postura se resignaron silenciosamente a la labor ímproba de una pesada digestión. En atención a mi estado gástrico, no acepté la invitación que para cenar me hizo el posadero, pero me dejé conducir al salón. Era el tal posadero un magnífico tipo barbudo del hombre animal.