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A excepción del posadero Dubreuil, el más gordo y apoplético de los taberneros de los Vosgos, un hombre de vientre hinchado en forma de odre, que se sustentaba en los enormes muslos, de ojos redondos, de nariz chata, con una verruga en la mejilla derecha y una triple papada que le caía a la manera de cascada sobre el doblado cuello de la camisa, a excepción de este curioso personaje, sentado en un ancho sillón de cuero cerca de la estufa, Materne se encontraba solo.

Y todas las primaveras tenía la costumbre de ir a ver los viejos nidos de búhos los antiguos castillos y las ruinas que coronan los Vosgos en el seno de los bosques, en el Nideck, en el Géroldseck, en Lutzelburg, en Turkestein, diciendo que iba a visitar sus leudes, y hablaba de restaurar el pasado esplendor de sus Estados y de reducir nuevamente a esclavitud a los pueblos sublevados, con la ayuda del Gran Golo, su primo.

Los hombres que la formaban, mudos y cabizbajos, presagiando sin duda funestos acontecimientos, dirían para : «Llegaremos a La Carolina, donde ya estará Vedel, y batiendo a los insurgentes, nos abriremos paso por desfiladeros para abandonar esta tierra maldita, a la cual el Emperador ha tenido la mala ocurrencia de enviarnos... ¡Oh! ¡Cuándo os veremos, tierras de la Turenne, del Poitou, de la Charente, de los Vosgos, del Artois, del Limosin!...»

Si deseáis conocer la historia de la gran invasión de 1814 tal como me la ha referido el anciano cazador Frantz del Hengst, debéis trasladaros a la aldea de Charmes, en los Vosgos.

Pero los alemanes han evacuado Schirmeck; la línea de los Vosgos está bien defendida y tenemos más gente de la que necesitamos, sin contar la que se nos une a cada momento. No importa. Hullin se encogió de hombros y dijo: Vamos, vamos; usted tiene fiebre, Catalina; cálmese y procure pensar en cosas alegres.

Luego, la afición al patinaje predominaba sobre sus gustos de cabalgadora, y quería ser cazador alpino, «diablo azul» de los que se deslizan sobre largos patines, con la carabina en la espalda y el alpenstock en la diestra, por las nevadas pendientes de los Vosgos.

Luego sacó un retrato y le dió un beso, mostrándolo á su visitante. Mi hijo es cazador alpino, lo que llaman «diablo azul», y está en los Vosgos. La vieja, por no ser menos, sacó también del pecho un retrato de soldado. A mi nieto lo mataron; pero ahora trabaja en un cinema todas las noches. La cocinera se movió nerviosamente en su asiento, abriendo mucho los ojos.

Materne hizo el disparo; mas cuando puso la culata en el suelo y miró, nada había cambiado. ¡Es curioso cómo la edad acorta la vista! dijo el cazador. ¡Usted corto de vista! exclamó Kasper ; ¡desde los Vosgos a Suiza no hay nadie que pueda hacer un blanco a doscientos metros mejor que usted! El anciano guardabosque lo sabía perfectamente; pero no quería desanimar a los demás.

Una agitación extraordinaria reinaba en toda la línea de los Vosgos; el rumor de la invasión próxima se esparcía de aldea en aldea hasta llegar a las granjas y casas forestales del Hengst y del Nideck.

Saltó de la cama, buscando entre sus ropas en desorden el bolso de mano, que contenía una carta. Quería leerla una vez más, comunicar á alguien su contenido con el impulso irresistible que arrastra á la confesión. Era una carta que su hermano le había enviado desde los Vosgos. Hablaba en ella de Laurier más que de su propia persona.