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Hasta en la sala del cinema notó la misma ingratitud. Aquella noche sólo había una veintena de personas. El público de este cinematógrafo de barrio estaba ya cansado de las aventuras de la perseguida alsaciana. Todos conocían su historia. La vieja ocupó su asiento con la majestad de un monarca que se hace dar una representación para él solo. Al aparecer su nieto, le habló en voz baja, con dulzura.

Sólo disponía de lo preciso para comprar una entrada en aquel cinema desconocido de Grenelle. No le quedaba dinero para tomar un billete del Metro. Todo lo había gastado en sus ruidosas aventuras de la tarde. Tendría que ir á pie; y era tan lejos.... ¡tan lejos! Un mal pensamiento contrajo su frente. ¡Si pidiese limosna!... Hoy es un día de regocijo general.

La vieja vaciló sobre las piernas, á pesar de que se había desvanecido instantáneamente la dulce turbación de su mansa embriaguez. ¡No verle más!... ¡no verle más! gemía. Luego resumió su desesperación en una frase: Me lo han matado por segunda vez. El público que iba á entrar en el cinema se agolpó en torno de esta mujer desfalleciente, próxima á caer al suelo.

Un señor que estaba detrás de y parecía muy entendido en esto del cinema, daba en voz baja sus opiniones á los vecinos.... De pronto, la alsaciana se iba al frente, huyendo de su perseguidor, y empezaban á verse las trincheras con muchos soldados, las cocinas, los cañones.

Luego sacó un retrato y le dió un beso, mostrándolo á su visitante. Mi hijo es cazador alpino, lo que llaman «diablo azul», y está en los Vosgos. La vieja, por no ser menos, sacó también del pecho un retrato de soldado. A mi nieto lo mataron; pero ahora trabaja en un cinema todas las noches. La cocinera se movió nerviosamente en su asiento, abriendo mucho los ojos.

Hizo una pausa antes de reanudar su relato donde lo había abandonado. Digo que nos encontramos al anochecer en la taberna. Luego, como á las nueve, salimos, y sin saber por qué, me detuve en la puerta de un cinema, sintiendo deseos de entrar. Me atrajo un cartel con una alsaciana muy hermosa defendiéndose de un alemán feroz. Yo adoro esta clase de historias. Soy muy patriota.

Te dejo, si no quieres acompañarme. Me espera mi nieto; ya sabes que trabaja en el cinema. ¡Pero si á tu nieto lo mataron!... Es verdad que lo mataron; pero trabaja en el cinema. El filósofo se limitó á encogerse de hombros. Sabía por su maestro y protector que no hay que asombrarse de nada en este mundo.

Tenía una palidez cenicienta y sus ojos eran más grandes que nunca, rodeados de aureolas azuladas y dolorosas. Rompió á llorar al enterarse de que su marido aparecía todas las noches en un cinema, después de haber muerto hacía un año. ¿Cómo puede ser eso?... Su asombro era tan grande, que cortaba su llanto.

Escándalo en un cinema dijo, al mismo tiempo que leía ; insultos á la autoridad; atentado de hecho contra un agente.... ¿Qué tiene usted que alegar? La vieja, que había permanecido hasta entonces mirando fijamente al comisario y á su subordinado tal vez sin verlos, hizo un movimiento de sorpresa, lo mismo que si despertase. Yo, señor comisario, vendo hortalizas por las mañanas en la rue Lepic.

Y la madre y la bisabuela, sin dejar de llorar, le empujaron dulcemente en la obscuridad para que permaneciese quieto. A la salida, antes de despedirse junto á la puerta del cinema, la vieja tomó su aire imperativo: Mañana aquí, á la misma hora. Yo pago. La viuda pareció extrañarse de tal invitación. Vivo al otro lado de París; un verdadero viaje.