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Se abrió la puerta y entró un viejo mendigo envuelto en una anguarina parda, con una de las mangas atadas y convertida en bolsillo. Dantchari el Estudiante le conocía y dijo que era un vendedor de canciones a quien tenían por loco, porque cantaba y bailaba recitándolas. Se sentó Ipintza, el Loco, a la mesa y le dió el posadero las sobras de la cena.

Como el tal Cacochipi constituía un misterio, Martín preguntó a Dantchari, el Estudiante, si por ser tolosano sabía la historia de su conterráneo y amigo, y el exseminarista dijo: Si no le decís nada, os contaré la historia de Joshé, pero habéis de prometerme no burlaros de él. No nos burlaremos de él ni le diremos nada.

Tal era la historia de Joshé Cracasch, que contó Dantchari, el Estudiante, con algunos latinajos más de los que pone el autor. Al tercer día de estar en la venta, la inacción era grande, y entre el Jabonero y Luschía acordaron detener aquella mañana la diligencia que iba desde San Sebastián a Tolosa.

Luego se acercó al grupo que formaban los hombres de la partida alrededor de la chimenea. ¿No queréis alguna canción? dijo. ¿Qué canciones tienes? le preguntó el Estudiante. Tengo muchas. La de la mujer que se queja del marido, la del marido que se queja de la mujer, Pello Joshepe... Todo eso es viejo. También tengo Hurra Pepito y la canción entre amo y criado. Ese es liberal dijo Dantchari.

Dantchari, el Estudiante, desafió a echar versos a Bautista y éste aceptó el desafío. Los dos comenzaron con el estribillo: Orain esango dizut nic zuri eguia. Y la fuerza del consonante les hizo decir una porción de disparates y de astracanadas que produjeron el entusiasmo de la reunión. Ambos merecieron plácemes y aplausos.

Con este motivo, un muchacho joven, exseminarista, apellidado Dantchari y conocido también por el mote de el Estudiante, que formaba parte de la partida, recordó la canción de Vilinch, que se llama la Canción del Potaje, y, como en ella el autor se burla de un cura tragón, tuvo que cantarla en voz baja, para que no se enterara el cabecilla.

Dantchari hablaba en castellano con esa pedantería clásica de los curas y seminaristas, que creen indispensable, para mayor claridad, decir de cuando en cuando alguna palabra en latín entre personas que ignoran en absoluto este idioma.

Luego, Dantchari aseguró que sabía imitar la voz de tiple, y entre Bautista y él cantaron la canción que comienza diciendo: Marichu, ¿ñora zuaz eder galant ori? Bautista cantando de mozo y Dantchari de chica, dirigiéndose preguntas y respuestas de burlona ingenuidad, hicieron las delicias de la concurrencia.