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8 Los salvó por su Nombre, para hacer notoria su fortaleza. 9 Y reprendió al mar Bermejo, y lo secó; y les hizo ir por el abismo, como por un desierto. 10 Y los salvó de mano del enemigo, y los rescató de mano del adversario. 11 Y cubrieron las aguas a sus enemigos; no quedó uno de ellos. 12 Entonces creyeron a sus palabras, y cantaron su alabanza.

Y á propósito, ya que hablamos de música, ¿sabe V. quien fué el inventor de la lira? A esta escuela musical perteneció Moises, y ella dió orígen al arpa hebráica, á los salmos de David, á los cantares de Salomon y á las lamentaciones de Jeremías. Algun tiempo despues, inventó Hiagnis la flauta frigia, que acompañó los primeros himnos que se cantaron en honor de Baco y de Pan.

»Entonces cantaron las vírgenes y los ancianos del Hedjaz: no hay mas Dios que Dios, ¡Mahoma es su Profeta! Poderosa es la raza Coreixí: Dios clemente ha vinculado en ella el precioso collar de Cosroës y las veinte y cinco coronas de los reyes de Iberia .

Y sacando una guitarra una dama de las tapadas, templada sin sentillo , con otras dos cantaron a tres voces un romance excelentísimo de don Antonio de Mendoza , soberano ingenio montañés, y dueño eminentísimo del estilo lírico, a cuya divina música vendrán estrechos todos los agasajos de su fortuna.

Copio, pues, su principio, con su misma ortografía, porque no deja de ser curioso: «Despues desto passe por la puerta de una casa, á donde bide entrar mucha gente así hombres como mugeres; entré con ellos y bide un patio muy grande, adonde en sillas y bancos se sentaban los hombres y las mugeres, en un sitio alto las hurdinarias y luego muchos balcones, á donde estaban los grabes con sus mugeres, y en este patio un tablado á donde todos miraban, y despues que estaba todo lleno bi salir dos damas y dos galanes con sus biguelas y cantaron estas decimas: «Quien se vio en prosperidad »y se en misero estado, »considere que es prestado »el bien y la adversidad

Se celebró la boda, con la posible solemnidad, en la iglesia de Zaro y luego la fiesta en la casa de Bautista. Hacía todavía frío, y los aldeanos amigos se reunieron en la cocina de la casa, que era grande, hermosa y limpia. En la enorme chimenea redonda se echaron montones de leña, y los invitados cantaron y bebieron hasta bien entrada la noche, al resplandor de las llamas.

Los pastores cantaron y tocaron alegrísimas sonatas en sus guitarras, zampoñas y panderos; los muchachos quemaron petardos, y los repiques a vuelo con que en ese día se anuncia el toque del alba, invitando a los fieles a orar en las primeras horas del gran día cristiano, vinieron a mezclarse oportunamente al bullicioso concierto.

Luchando con algunas dificultades en el manejo de este instrumento, Flora logró arrancarle una melodía recalcitrante, acompañándola el Inocente con los palillos. La pieza que coronó la velada fue un rudo himno de misa campestre que los novios, entrelazadas las manos, cantaron con gran entusiasmo y vehemencia.

El Estudiante se puso las enaguas de la posadera y se ató un pañuelo en la cabeza, Bautista se caló un sombrero de copa que alguno encontró, no se sabe dónde, y cantaron ambos el dúo ingenuo de Vilinch, y la algazara fué tan grande que los cantores tuvieron que enmudecer porque el Cura gritó desde arriba que no le dejaban dormir en paz.

Volvió el matador a repetir su juego, y otra vez clavó el estoque, haciendo estremecerse a la fiera. ¡Dos! cantaron en los tendidos burlescamente. Repitió el intento de descabello, sin más resultado que un mugido de la fiera, dolorida por este martirio. ¡Tres!... Pero a este coro irónico de parte del público uniéronse silbidos y gritos de protesta. Pero ¿cuándo iba a acabar aquel maleta?...