United States or Syria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y sacando una guitarra una dama de las tapadas, templada sin sentillo , con otras dos cantaron a tres voces un romance excelentísimo de don Antonio de Mendoza , soberano ingenio montañés, y dueño eminentísimo del estilo lírico, a cuya divina música vendrán estrechos todos los agasajos de su fortuna.

Y doña Manuela dijo esto con el mismo énfasis que si fuese la viuda de un hombre eminentísimo. Juan había vuelto con el cambio del billete en monedas de plata, y su presencia hizo variar la conversación. Doña Manuela habló de la cena que aquella noche daba en su casa.

Lucía el Casino entre su maltratado mueblaje un caduco sofá de gutapercha, gala del gabinete de lectura: sofá que pudiera llamarse tribuna de los maldicientes, pues allí se reunían tres de las más afiladas tijeras que han cortado sayos en el mundo, triunvirato digno de más detenido bosquejo y en el cual descollaba un personaje eminentísimo, maestro en la ciencia del mal saber.

Pero ya le pondría él las peras a cuarto al señor país, representado en aquellos dos señores tiesos, que en todo querían meterse, que todo lo querían saber, como si él, el eminentísimo Rufete, estuviera en tan alta posición para dar gusto a tales espantajos. Le miraban atentos, y con sus ojos investigadores le decían: «Somos la envidia que te mancha para bruñirte y te arrastra para encumbrarte».

Pero el ilustre licenciado tiene un precursor eminentísimo en esta apología de las castañuelas. Nada menos que Plinio, el gran Plinio, el Joven, se le anticipó en muchos siglos en el elogio. Porque es de advertir que en la Roma de los tiempos del emperador Trajano, las castañuelas se formaban con perlas.

No obstante, el santo mártir P. Pedro Romero, español, y el infatigable Misionero P. Joseph Orighi, hermano del eminentísimo señor Agustín Orighi, y tío del eminentísimo Orighi, que vive al presente, quisieron volver á promulgar el Evangelio entre los Guaycurús, y sin tener cuenta de sus propias vidas, intentaron, con increíbles trabajos y fatigas, domesticar su innata fiereza; pero sin hacer más fruto que bautizar algunos párvulos, se vieron obligados á retirarse.

Este mismo desacato intentaron hacer con el P. Comisario, previniendo 600 hombres para irlo á buscar en el pueblo donde residía, y habiendo sido avisado por cinco voces del eminentísimo peligro de su vida, hubo de retirarse prudentemente, entendiendo que su presencia irritaba su furor y que con su retiro podría serenarse aquella ciega pasión.