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Llegado Berenguer Estañol á tomar el cargo y gobierno de nuestra gente, tuvo luego guerra con los Príncipes comarcanos, quando con unos, quando con otros; porque lo tomó por medio conveniente para conservarse en aquellos Estados, por ser cosa muy asentada entre los Catalanes, que han de ocuparse siempre en alguna guerra extranjera, por escusar las disensiones domesticas y civiles; que la ociosidad suele despertar en la fiereza de su natural.

En tanto que venia el sur bravoso, Huyendo con presteza su fiereza, El capitan Rui Diaz valeroso Caminaba el rio arriba sin pereza. Lloraran las mugeres sin reposo, Pensando ya fenece su belleza, Y que ha de ser á peces entregada, Y en vida las aguas sepultada. Garay en una isla empantanada, Que dicen por renombre de la Espera, Tenia ya su gente rancheada; Del bergantin no sale gente fuera.

Pues si lo reclama, no se lo daré manifestó Jacinta con una resolución que tenía algo de fiereza . Diré que es hijo mío, que le he parido yo, y que prueben lo contrario... a ver, que me lo prueben. Exaltada y fuera de , Jacinta, que se estaba vistiendo a toda prisa, soltó la ropa para darse golpes en el pecho y en el vientre. Barbarita quiso ponerse seria; pero no pudo.

Veíase yacente y desnudo sobre aquellas dos mesas pegadas del café de Fornos. ¡Cuán torvas brillaban las cuchillas y los bisturíes! Ya los creía sentir en sus entrañas. Y de hecho estaba bien seguro de que la amistad con los jóvenes anatómicos no aplacaría, sino que exacerbaría su fiereza. Indudablemente era más dulce buscar las articulaciones de los otros.

Característico también de la época en que se supone ocurrir la acción, es la fiereza y la bravura pendenciera, casi brutal, de que se hallan dotados los héroes especiales, como, por ejemplo, Bernardo del Carpio y Mudarra, que los asemeja de una manera chocante con el Hotspur y el bastardo Faulconbridge, de Shakespeare.

Otros empleados de la plaza corrían de un lado a otro con grandes espuertas de arena, arrojándola a montones sobre los charcos de sangre y los cadáveres de los caballos. El público estaba de pie, gesticulando y vociferando. Sentíase entusiasmado por la fiereza de la bestia y protestaba de que en el redondel no quedase ni un picador, gritando a coro: «¡Caballos! ¡caballos

Aspirábase en el aire ese espanto, ese asco de muerte judicial que anonada la razón; y una sombra de infamia envolvía a Avila entera. El más altivo de sus caballeros iba a ser ajusticiado en nombre del Rey. No hubiera sido mengua mayor arrasar las ochenta y ocho torres, que esperaban ahora, con extraña lividez, la rotura de aquella cerviz, donde parecía haberse encarnado la fiereza de la muralla.

Era la princesa de los cuentos que desea convertirse en pastora; y allí permanecía adormecida, a la sombra de sus naranjos, sacudida algunas veces por el recuerdo; queriendo gozar eternamente aquella calma, repeliendo con fiereza a Rafael, que intentaba despertarla como Sigfrido despierta a Brunilda atravesando el fuego. No: amigos nada más. No quería amor: ya sabía ella lo que era aquello.

Era un mozo de veintidós años, de elevada estatura y gallarda presencia, la tez blanca, las facciones correctas, los cabellos negros y ensortijados, los ojos grandes y negros también y de un mirar franco no exento de fiereza. Por debajo de la abierta camisa se veía un pecho levantado de atleta. Los brazos, redondos y vigorosos, acusando tanta flexibilidad como fuerza.

Uníanse en el jardín las carcajadas de Monina, que saltaba a la cuerda, con los mugidos del mar, que azotaba a la costa, como si en aquella naturaleza tan bella, tan en calma, tan espléndida, se armonizara lo inocente con lo terrible, el mar y el niño, la extrema debilidad y la extrema fiereza.