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Todo eso que dices, primita observó el ciego me prueba que con los ojos se ven muchos disparates, lo cual indica que ese órgano tan precioso sirve a veces para presentar las cosas desfiguradas, cambiando los objetos de su natural forma en otra postiza y fingida; pues en lo que tienes delante de ti no hay confituras, ni gatos, ni hombres, ni palillos de dientes, ni catedrales, ni borrachos, ni cafeteras, sino simplemente rocas cretáceas y masas de tierra caliza embadurnadas con óxido de hierro.

El escultor le adoraba con frenesí por ser su hijo y además porque era un retrato en miniatura de Carlota. La misma dulzura en la mirada, la misma apacibilidad, la misma igualdad de humor. Cuando aquélla quería que su marido descansase, no tenía más que enviar al niño al estudio. Mientras estuviese allí tenía la certeza de que Mario no tomaría los palillos o el cincel en la mano.

Yo te prometo, sobrina -respondió don Quijote-, que si estos pensamientos caballerescos no me llevasen tras todos los sentidos, que no habría cosa que yo no hiciese, ni curiosidad que no saliese de mis manos, especialmente jaulas y palillos de dientes.

Ya hemos dicho que, según los diccionarios antiguos, los pampangos y los tagalog "se servían para contar de unos palillos". No sabemos la forma que tuvieran, pero es probable que fueran varios, puesto que dicen "unos palillos" y siendo así, su número pudo ser de diez.

Valga el ejemplo de un amigo mío tocado de la pasión de hacer palillos de dientes, sólo porque domina el arte con rara habilidad.

Dos palillos mal forrados en un pellejo sobrante eran los brazos, que no cesaban de moverse, amenazando tocar un redoble sobre la cara del oyente; y dos manos de esqueleto, con las falanges tan ágiles que parecían sueltas, no paraban en su fantástico girar alrededor de la frase, cual comentario gráfico de sus desordenados pensamientos.

Yo, de mozo, fui carlista; soy manchego y anduve con Palillos: pura ignorancia. Pero repito que vi nacer la criatura, y tendría gusto en enterarme por mis ojos de hasta dónde alcanza, pues por ahora no es gran cosa lo que lleva hecho en favor del mediano... ¡Pero soy tan viejo!... ¿Ve usted a Coleta, ese borrachín que nos oye?

Allí se ven durante todas las horas de las calurosas noches, alegres grupos y tertulias de ellos y ellas, y se escuchan cantos flamencos, notas de guitarras, repiqueteo de palillos, risas y vivos diálogos...

Aquella tímida e insignificante criatura rehusaba con tenacidad levantarse de la silla. Fue preciso que su prima la cogiese enérgicamente por los brazos y la alzase casi a viva fuerza. Beata, chinchosa, ¿crees que te vas a condenar? Pierde cuidado, que nadie quita la sillita que tienes en el cielo. Pero se encontraron con que no había palillos.

De todas las puertas y ventanas salían rayos de luz y de algunas también las notas dulces de la guitarra, el chasquido de los palillos y el canto vibrante, apasionado, de alguna copla. Ya podían las olas batir como bestias feroces sus murallas, rugiendo amenazas de muerte toda la noche. Nadie escuchaba sus gritos; nadie se asomaba siquiera á ver sus esperezos titánicos.