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De pronto lució en el altar mayor la vislumbre de oro y colores de una casulla de tisú; quedó el concurso en mayor silencio; las damas abrieron sus libros con las enguantadas manos, y a un tiempo murmuró el sacerdote Introito y rompió en sonoro acorde la charanga, haciendo oír las profanas notas de Traviatta, cabalmente los compases ardientes y febriles del dúo erótico del primer acto.

Don Juan adelantó dos pasos, la cogió amorosamente por el talle y la besó en una mejilla con aparente inocencia, reanudando el dúo de la noche pasada con aquella misma naturalidad que emplearía Fray Luis de León al exclamar: «Decíamos ayer...» Cristeta, sin rehuir el beso, habló de este modo: ¡Vaya una temeridad! ¡No sabes qué cavilosa he pasado el día! ¿Por qué, vida?

Un día dió aquí de bofetadas á Bonnand el tenor, porque no quería apresurar el movimiento en el dúo de Carmen... Ningún hombre ha podido nunca tenerla á su lado, tan mala y tan viciosa era, y... en fin, caballero, á nadie le gusta tener por amiga una individua que persigue á los hombres y á las mujeres á la vez. ¡Bueno! exclamó Campistrón; ya estás contenta.

Y mientras ella, sin pensar en que le tenía allí, devoraba con los ojos a la tiple y al barítono, Bonis paseaba la mirada triste, seria y tiernamente curiosa, del rostro pálido, ajado de su esposa, al vientre que una vez había engañado sus esperanzas; y oyendo, sin comprenderla en aquel momento, la música romántica del dúo, se dijo entre dientes: No importa...; más vieja era Sara.

Yo sostengo lo mismo que el general. El dúo estuvo muy mal cantado dijo con calma provocativa Cobo. ¡Qué importa que sostengas uno u otro! exclamó ya fuera de Maldonado . ¡Si no conoces una nota de música! ¡Alto! Tengo más derecho a hablar de música, puesto que no cencerreo como el piano. Por lo menos soy un ser inofensivo.

Despidiéronse con derroche de caricias; hubo dúo de amor con música de juramentos; partió el dichoso amante maldiciendo la separación, luego ella, a pesar de lo convenido, adelantó su marcha veinticuatro horas, y en premio de tanta priesa lo primero que vio al llegar al balneario fue al traidor don Juan, no entretenido, sino embobado en decir melosidades a una señorita pazguata y cursi, cuyo modesto atavío y encogidos modales formaban nuevo y apetitoso contraste con la elegancia de la viuda.

Los de la partida aplaudieron, pero más que esta canción romántica les gustó el dúo anterior, y el Jabonero, comprendiéndolo así, compró a Ipintza, el Loco, un papel, que era la letra de la nueva canción de Vilinch, llamada «Juana Vishenta Olave», escrita por el autor adaptándola a un aire popular titulado ¡Orra Pepito!

No diga usted que el dúo ha estado mal. ¡Vaya si lo digo! Pues, señor, entonces declaro que no entiendo una palabra porque me ha parecido sublime replicó el joven con señales de hallarse picado. Esa declaración te honra, Ramón. Sabes hacerte justicia dijo Cobo Ramírez, que no perdía ocasión de vejar a su amigo y rival.

Pero mamá dijo Amparo , si esto que cantaba es el Aria de las joyas. Muy bonita.... Pues fuera el aria. Canta algo más alegre. Eso de El dúo de la Africana, que gustó tanto en casa de «las magistradas». Bueno exclamó Concha con rudeza . Ahora El dúo. Una cosa que están cansados de tocar todos los organillos. Pues señora, eso. Tu tío no va al teatro, y tendrá gusto en oírlo.

El dolor no concluye sino en la muerte: sólo la muerte burla a la fuerza creedora que goza en engendrar para atormentar después a su infeliz progenitura. No le entiendo a usted murmuró Lucía ; pero tengo miedo . Y su cuerpo temblaba todo como los mimbrales. Artegui no contestó palabra: mas una voz grave y poderosa, retumbando en los cielos, se unió de pronto al extraño dúo.