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Nada se ha omitido, y sólo queda para mandar por encomienda el frac de Melchor, que no cupo en el baúl y que «es bueno tener a la mano según lo aconsejó burlescamente su hermana mayor, por si se daba algún baile en el pueblo».

Volvió el matador a repetir su juego, y otra vez clavó el estoque, haciendo estremecerse a la fiera. ¡Dos! cantaron en los tendidos burlescamente. Repitió el intento de descabello, sin más resultado que un mugido de la fiera, dolorida por este martirio. ¡Tres!... Pero a este coro irónico de parte del público uniéronse silbidos y gritos de protesta. Pero ¿cuándo iba a acabar aquel maleta?...

Por fin, Manolita supo que Melchor la amaba gracias a una carta de éste, en la cual, conforme al patrón de todas las declaraciones, comparaba su corazón con el Vesubio, y comenzando con las consabidas frases: «Señorita: desde el móntenlo que la vi a usted», etc., terminaba: «Salve usted este corazón que está herido de muerteManolita acogió burlescamente la declaración del dependiente, mas no por esto dejó de agradecerla, con esa satisfacción que causa en toda mujer el saber que es amada, y nada dijo a su familia ni a Rafael.

Dice que , allá en su país, y que ahora es cura de ellos, y está casado.... ¡Casado!!! Bueno, está... con una viuda. Ya tienen... y la muchacha remedó burlescamente el llanto de un recién nacido. ¿Y el otro bazuncho? Es el que... y frotó el índice con el pulgar, ademán expresivo que significa en todas partes soltar dinero.

¡Eso es!... Con una diferencia para : que en un caso hay un verso de «Víctor Hugo»... y en el otro la expresión sincera de un hombre de corazón. ¿Y qué tiene que ver todo eso con los señores maquinistas? dijo Ricardo burlescamente. ¡Que es frecuente encontrar en gente de baja condición social conceptos y formas que impresionan más que el mejor precepto editado por el más campanudo moralista!

Antes de hablar de Guevara como autor dramático, creemos oportuno citar algunos párrafos de aquella obra, en que el autor discurre burlescamente acerca del teatro y de los poetas dramáticos de su tiempo. El diablo cojuelo. Tranco 4.º «A las dos de la noche oyó unas temerosas voces que repetían: ¡fuego, fuego!

Sus espuelas arañan las losas, tric, tric, tric, tric, y a veces la contera va dando contra el muro, tac, tac... Mi padre dice que Ramiro desciende de los linajes más antiguos y claros de Castilla. Tric, tric, tac, tac remedó burlescamente la dueña. ¡Licenciado no le quiero, pero si volviese aína de alguna guerra, con la jineta de capitán! Don Alonso no perdió una sola palabra de aquel diálogo.

No señor, no se parece dijo la mujerona con no menos rudeza, mostrando al hablar unos dientes picudos y amarillos entre las salchichas de sus labios . Bien se ve que estás ciego. La señora es más guapa. Ya quisiera la Nicanora parecerse a la suela de sus zapatos. ¡Muuú! mugió burlescamente el Ingeniero . Ya la has metido; ya has soltado una barbaridaz.

Leerá usted, señor... conozco las teorías modernas sobre fatiga intelectual y los medios de combatirla y los aplicaré discretamente. ¿En qué consisten, ché? preguntó Ricardo burlescamente.