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Toos parecéis frailes descalzos en esta casa; no vos entra la gana más que cuando suena la hora. Voy, voy allá, grandísimo tragón, roedor dijo Concha posando sobre la silla el libro y la ballena y dirgiéndose con paso petulante hacia el aparador. Se entendían admirablemente.

Debo confesar que, desde el principio, desde la aparición de la vida, apareció la muerte violenta, depuración rápida, útil purificación, pero cruel, de cuanto languidecía, se arrastraba ó hubiera languidecido, de la creación lenta y débil, cuya fecundidad habría llenado el globo. En los terrenos más antiguos se encuentran dos animales homicidas, el Tragón y el Chupador.

¡Pícaro! ¡Tragón! dijo en aquel momento Currita . ¡No le muerdas!... ¿Habráse visto?... ¿Para quién son esos sopirritones?... Para ti... ¿Para , esos sopirritines?... E incorporándose un poco, dijo mirando siempre a la pecera: Hija, dispensa. ¿Dónde decías que vive esa francesa? ¡No, si no lo decía! gritó la otra pasando del despecho a la furia , pero te lo digo ahora para que abras los ojos.

Flotaban en su superficie las lunas de grasa, y entre las rebanaditas de pan impregnadas de suculento líquido, los menudillos de la gallina, las tiernas yemas de color de ámbar y los negruzcos hígados, que se deshacían al entrar en la boca. Todos comían con apetito, especialmente don Juan, que, a pesar de su sobriedad de avaro, era un tragón terrible al entrar en mesa ajena.

Con este motivo, un muchacho joven, exseminarista, apellidado Dantchari y conocido también por el mote de el Estudiante, que formaba parte de la partida, recordó la canción de Vilinch, que se llama la Canción del Potaje, y, como en ella el autor se burla de un cura tragón, tuvo que cantarla en voz baja, para que no se enterara el cabecilla.

Verdad es que, cuando él tiene hambre, parece algo tragón, porque come apriesa y masca a dos carrillos; pero la limpieza siempre la tiene en su punto, y en el tiempo que fue gobernador aprendió a comer a lo melindroso: tanto, que comía con tenedor las uvas y aun los granos de la granada. ¡Cómo! -dijo don Antonio-. ¿Gobernador ha sido Sancho?

Así lo hizo con más orgullo que vergüenza, y apartó las sábanas, dejando ver la carita sonrosada y los puños cerrados del tierno niño. «¡Cuidado que es bonitodijo Ballester inclinándose . Tiene a quien salir por una y otra banda. Dos horas hace que está tan dormidito. ¡Qué ángel! ¡Y si viera usted qué pillo es, y qué tragón! Viene determinado a darse buena vida.