United States or Benin ? Vote for the TOP Country of the Week !


Estaba habituada, años y años, a oír los latinajos del antiguo marinero, que desde su banco apoyaba a gritos las respuestas del ayudante. Todos daban cierto carácter sagrado a estos desvaríos, como los orientales, que ven en la demencia un signo de santidad. Fumó Jaime en la entrada de la iglesia para entretenerse.

Tendido en ella como si fuese un enorme ataúd, buscaba con sus débiles ojos los intersticios, y al encontrar uno falto de carena, su alegría le hacía prorrumpir a toda voz en latinajos cantados. Al notar que la barca se movía y ver apoyado en la borda al señor, el viejo tuvo una sonrisa maliciosa, e interrumpió sus cánticos. ¡Hola, don Chaume!... Lo sabía todo.

Y tan obcecado es el mayorazgo en su saber, y tal es su pedantería que, ingresado ya el primogénito del tío Jeromo en el Seminario, varias veces ha querido renunciar á las vacaciones por no hallarse cara á cara con el vecino, que le asedia con latinajos arrevesaos, como dice el estudiante.

Tal era la historia de Joshé Cracasch, que contó Dantchari, el Estudiante, con algunos latinajos más de los que pone el autor. Al tercer día de estar en la venta, la inacción era grande, y entre el Jabonero y Luschía acordaron detener aquella mañana la diligencia que iba desde San Sebastián a Tolosa.

Comenzó Amaro á hacerse popular hacia 1657, pues como su locura era pacífica, iba por las calles de la ciudad sermoneando á troche y moche en donde le parecía, hasta que en 29 de Octubre de 1681 fué recogido en la casa de Inocentes, donde con otros infelices era destinado á recoger limosnas para el hospital diariamente por los sitios públicos, limosna que le daba muy buen resultado á la casa, que con tal de oir los despropósitos teológicos y los macarrónicos latinajos de don Amaro, todos solían darle dinero.

El abate Julio, en quien el autor retrató á cierto tío suyo clérigo, es hombre sencillo, indulgente, lleno de compasión hacia la humanidad y que olvida los latinajos de ritual junto al lecho de los moribundos; sus labios piadosos balbucean frases profanas, ingenuas, de un lirismo místico infinitamente dulce. «¡Pobre niña dice, que te vas al día siguiente de llegar!

Febrer iba de pesca con el tío Ventolera muchos días de mal tiempo. El viejo conocía bien su mar. Algunas mañanas que Jaime se quedaba en el lecho viendo filtrarse por las rendijas la luz lívida y difusa de un día tempestuoso, tenía que levantarse apresuradamente al oír la voz de su compañero, que «cantaba la misa» acompañando los latinajos con pedradas a la torre. «¡Arriba!

Pocos minutos después se despojó de los arreos militares, púsose diciendo latinajos las sagradas vestiduras, y con el cáliz entre las manos salió a la pequeña nave, por cuyas ventanas penetraban el aire fresco de la mañana, saturado de aromas campestres, y los rayos del sol, en que se movían, como polvo de oro, los átomos inquietos.