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Sin embargo, el contraste de aquella cortina oscura con la blancura de paloma del pueblo la hacía grata a los ojos y poética. En suave declive, por una carretera trazada al intento, bajamos al manantial que sale en el centro mismo del río Guadalquivir, el cual viene ciñendo la falda de la sierra. Hay una galería o puente que conduce de la orilla al manantial.

Muchas veces en mi vida, otras mujeres me han dicho, después de un acto suyo inexplicable: «No te esfuerces; los hombres nunca llegan á entendernos...» Yo digo lo mismo: una mujer tampoco puede comprender á un hombre... Te amo ahora porque me inspiras lástima, y la lástima conduce á la ternura, y la ternura es el verdadero amor, un amor que yo no había conocido nunca. Cada uno ama á su modo.

Cañete siguió el largo pasadizo que, abriéndose sobre el atrio, conduce a la sacristía, y no bien desapareció, el acompañante echó a correr calle arriba. Dos minutos después, el cura atravesaba el atrio con la sotana levantada y llevando una bolsita en la mano. Corrió hasta el número 70, y llamó: no obtuvo respuesta.

Por supuesto que no me di por ofendida con la inocentada, ni había motivos para ello. Esto le alentó algo; y puede decirse que desde entonces data la relativa serenidad con que se conduce delante de nosotros.

Este estado conduce al marasmo, á la palidez, á un aspecto enfermizo con rubicundez fácil, pero pasajera de las mejillas, ojos apagados y los signos de la decadencia física y moral. El anacardio está en relacion con el cerebro y el sistema nervioso de la vida de relacion.

Aunque la ciudad es pequeña abundan las colosales plazas: la mas bella para es la de Victorio Emmanuel, al extremo de la ciudad. Su extension es prodigiosa; hállase circuida por tres fachadas de indispensables arcos, elevados y espaciosos como todos. Ciérrase en forma de semicírculo por el lado de la larga calle que conduce en línea recta á la plaza del Palazzo Vecchio.

Maquinistas, comparsas, figurantas, coristas, bailarines y bailarinas, tenores y sopranos, autores, compositores, administradores y abonados salen juntos a la calle en confuso torbellino. Los unos bajan hacia la calle Drouot, los otros suben la escalera que conduce, por una galería descubierta, a la calle Lepeletier.

Como a cien metros de la explanada hay una curva o más bien zig-zag, que conduce a la estación de las Pulgas, la cual se reconoce desde abajo por la mancha de carbón en el suelo, las empalizadas de cerramiento de vía, y algo que humea y bulle por encima de todo esto.

La ansiedad domina á la concentracion y á la reaccion; y la escitacion dolorosa de la sensibilidad de la piel y de los sentidos conduce á buscar la calma, el silencio, la oscuridad. Esta escitacion, este eretismo, se elevan hasta el mayor grado que precede á la crísis ó á la adinamia; pero en este caso, los fenómenos nerviosos atáxicos no son estraños á la enfermedad.

Después de desarmarlo, él mismo lo conduce a la Policía, sin haber querido dar a su nombre al sereno, como tampoco lo dió en la Policía, donde fué, sin embargo, reconocido por un oficial; los diarios publicaron al día siguiente aquel acto de arrojo. Sabe una vez que cierto boticario ha hablado con desprecio de sus actos de barbarie en el interior. Facundo se dirije a su botica y lo interroga.