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Aunque les obligaron a acostarse algunas horas, el sueño no cerró sus párpados ni un instante. Al amanecer estaban en pie, con el semblante descompuesto, los ojos hundidos y rodeados de círculo oscuro, testimonio de su acerbo padecer. Y otra vez emprendieron aquel fatídico calvario por las calles, recorriendo las oficinas de policía, el juzgado de guardia, las casas de los conocidos.

Supo, pues, don Diego y el mayordomo el caso, y enojáronse conmigo de manera que obligaron a los huéspedes que de risa no se podían valer a volver por . Preguntábame don Diego qué había de decir si me acusaban y me prendía la justicia.

Quiso partir el mismo día; pero los ruegos de su madre y de su abuelo le obligaron á aguardar dos más. El joven estudiante sabía, por las tradiciones de la familia, que su tío era hombre muy sabio, y se le había antojado que había de ser un gran liberal. No comprendía que un hombre muy sabio dejara de ser muy amante de la libertad.

No, no he sido joven, porque jamás he gozado de las puras alegrías de la juventud, de los éxtasis apasionados del primer amor, de las dulces zozobras que trae consigo, de los placeres ideales... Siempre contrariada en mis sentimientos, en las afecciones de mi corazón... El mundo, los parientes, las circunstancias, me obligaron a casarme muy joven con un hombre a quien no quería.

Si , si tus soldados, si los hombres, Si las aves, los peces, si las fieras, Si todo sabe amor, si todo teme Perder su bien, y con sus celos propios Defiende casa, nido, mar y cueva, Llora, lamenta, gime y brama; advierte Que celos y sospechas me obligaron Al desatino que a tus pies me rinde.

Y mientras llegaba el domingo, con su estruendosa victoria, lo atiborraban de alimentos y le hacían beber champagne, mucho Cordón Rouge, como si el vino de los ricos afirmase de antemano su superioridad sobre aquel rival que sólo conocería la dulzona sangardúa de sus montañas. Los contratistas obligaron al doctor Aresti á que les acompañase á Azpeitia.

Finalmente, los vientos, siempre contrarios, les obligaron á caminar á fuerza de remo; y unas veces por encallar el barco en la arena, se veían obligados, para que desencallase, á alejarlo, transportando la carga á la ribera; y otras, dando en los escollos, les hacía andar en continuo susto y sobresalto.

Este inicuo, favorecido del corregidor, D. Francisco Garcia de Prado, correspondió á su benefactor con la mayor ingratitud, fraguando aquella trama, para usurpar el mando de las provincias de Chichas, Lipes, Cinti y Porco, aprovechándose de la fermentacion que habian causado los edictos y las diligencias de los comisionados del principal rebelde Tupac-Amaru, y los movimientos de las demas, que tambien obligaron al corregidor al acopio de algunas municiones, y á reunir en Tupiza el regimiento de milicias de este nombre, compuesto de cholos y mestizos, en que servia Laso, quien dió principio á sus ambiciosos y atrevidos pensamientos, el 6 de Marzo, aprovechando el acto de la revista, para conmover los ánimos de sus soldados y compañeros, que no tardaron en dejarse seducir, y sacudiendo las riendas de la obediencia, principiaron cuantos excesos les dictaba su antojo y sugeria el caudillo cuyo egemplo siguieron los indios circunvecinos y de la villa, creciendo el tumulto en tanta aceleracion, que desengañado Prado del ningun fruto que producian sus persuasiones y autoridad, no le quedó otro recurso que buscar el asilo de su casa con algunos de los suyos.

Un individuo de esta familia, llamado Félix, abandonó su hogar por buscar fortuna en el extranjero, y, aunque ya casado, contrajo otras relaciones amorosas, que obligaron á su esposa, Francisca Fernández, instigada por los celos, á seguirlo hasta Madrid, reconciliándose después ambos esposos . El fruto de esta reconciliación fué nuestro Lope Félix de Vega Carpio , que nació el 25 de noviembre de 1562, en Madrid, día de San Lupo, arzobispo de Verona.

Victoriano Sardou nació en 1831, y sus primeros años se deslizaron bajo el bello cielo provenzal. Ya en París, sus padres quisieron dedicarle al profesorado; pero él empezó á estudiar medicina, atraído, más que por una verdadera curiosidad científica, por el aspecto trágico de las salas de disección. Bien pronto las exigencias de la vida le obligaron á abandonar los estudios.