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Vive de su agencia, pero la desprecia; en cambio su profesorado no le da más que obligaciones, pero eso le enorgullece. Los ladinos que quieren buenos ajustes conocen bien lo que tienen que hacer; dicen que cantan según el método Campistrón y en seguida son presentados como fenómenos de arte por el vanidoso agente.

No hubo otro congreso que una controversia por encargo real, con los profesores de la Universidad de Salamanca, y en esta disputa científica, celebrada en el convento de San Esteban, el profesorado se mostró contrario al descubridor, mientras los monjes dominicos y otros religiosos aceptaban sus planes como verosímiles. Esto se comprende.

El ejército le es antipático á esa noble falange; el foro y el profesorado le están casi vedados, porque las leyes oponen poderosas cortapisas al libre acceso; la vida parlamentaria está monopolizada por los empleados públicos y los ministros, así como por los grandes capitalistas; el periodismo está sometido á la censura previa y la persecucion, y la ingeniatura civil misma está sujeta á las influencias oficiales.

Victoriano Sardou nació en 1831, y sus primeros años se deslizaron bajo el bello cielo provenzal. Ya en París, sus padres quisieron dedicarle al profesorado; pero él empezó á estudiar medicina, atraído, más que por una verdadera curiosidad científica, por el aspecto trágico de las salas de disección. Bien pronto las exigencias de la vida le obligaron á abandonar los estudios.

¡A qué, llorar una esperanza muerta, si todo ha de caer en el olvido, aunque la herida permanezca abierta! Caviteño. Médico de nota en Manila. Ejerce el profesorado. El turbión, formidable ya no ruge; ya amainaron las hórridas ventascas; y en la manigua trágica y bravía ya no vibra el tronido de las balas...

De todo el profesorado, amaba á la maestra de francés, porque podía hablar con ella de París y las artistas célebres como de un mundo lejano entrevisto en los periódicos de modas. También amaba á la maestra de español, que le describía cómo eran las corridas de toros y le enseñaba á ponerse la mantilla lo mismo que una andaluza. No necesitó de estudios penosos y áridos para sobrepasar á todas.

La madre lamentaba que no fuese militar, considerando sus aficiones como algo que torcía los altos destinos de la familia. El profesorado, las ciencias y la literatura eran refugio de los judíos, imposibilitados por su origen de obtener un grado en el ejército.

Era aquel el tercer año de su profesorado y aunque era el primero en que explicaba Física y Química, pasaba ya por ser un sabio no solo entre los complacientes estudiantes sino tambien entre los otros nómadas profesores.

Las bestias de la Casa de fieras pertenecen a la clase docente, y como el profesorado en general, están muy mal retribuidas: tienen los huesos salientes, el pellejo arrugado, el aspecto miserable y triste. Las fieras deben de seguir el mismo sistema.